Fundacion Antonio
Perez. Cuenca.
El edificio donde está
instalada la Fundación en Cuenca fue antiguo convento de monjas carmelitas
hasta 1978, cuando lo adquiere la Diputación Provincial. El monasterio fue
fundado en Huete en 1588, por doña Juana de Guzmán, viuda de don Alonso de
Coello y Ribera, señores de Villarejo de la Peñuela y, durante algunos años,
condes de la Ventosa, para que pudiera ingresar en él su hija Isabel de San
José, que tenía gran devoción por Santa Teresa de Jesús. Algunas de sus
primeras monjas fueron enviadas por la propia Santa. Al quedar el edificio
destruido por un incendio en 1603, las monjas abandonaron Huete y se
trasladaron a Cuenca, a unas casas prestadas hasta que se levantó el edificio
definitivo.
El edificio fue
diseñado hacia 1614 por fray Alberto de la Madre de Dios (Santander:
1575-Pastrana: 1635), arquitecto de la orden del Carmen descalzo, conocido por
sus obras para la Corona y el duque de Lerma. Es considerado como el
introductor de las primeras formas barrocas en Castilla y dirigió los designios
de la arquitectura conquense desde1613 hasta 1635, contando con el apoyo de uno
de sus mecenas más importantes: el obispo Andrés Pacheco, que fue uno de los
promotores de la construcción de este edificio.
Llama la atención la
fachada del antiguo templo, de gran sobriedad y equilibrio. Como es habitual en
las obras de fray Alberto, está estructurada por un eje de simetría que recorre
la portada, la ventana que da luz al coro, el óculo y la cruz. Un amplio
frontón remata toda la estructura mientras flanqueando a la portada encontramos
los escudos de los Coello de Guzmán fundadores y patronos. La espadaña, se
coloca de forma transversal sobre un muro del templo.
Para encajar el
edificio en el espacio disponible entre la calle y las rocas de la Hoz del
Huécar, fray Alberto creó una gran estructura de piedra escalonada para
soportar la capilla mayor del templo y resto de dependencias. Para solemnizar
el acceso a la iglesia dispuso una plaza en la entrada, intervención
urbanística habitual en las obras del carmelita, aunque, en este caso, de
reducidas dimensiones por el poco espacio disponible.
El patio es muy
sencillo, parecido al de las casas nobiliarias conquenses, con columnas
toscanas que soportan las clásicas vigas y zapatas de madera castellanas. Al
ser un espacio que no estaba abierto al público, su austeridad se corresponde
con la vida recogida que se predica en el Carmen descalzo. Es de resaltar que
una de las galerías está abierta en la planta baja hacia la Hoz, constituyendo
un inmejorable mirador desde el que el visitante puede disfrutar del paisaje
conquense.
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