sábado, 11 de abril de 2020

Calle de la Cruz Vieja. Ávila.


Calle de la Cruz Vieja. Ávila.

Se trata de la calle más angosta y con más recovecos de la ciudad dentro de las murallas. Se extiende desde la Plaza de la Catedral hasta la Plaza de Adolfo Suárez, cerca de la puerta de la muralla por la que se accede a la Plaza del Grande, centro neurálgico de la ciudad. Pero partamos desde la Catedral. Nuestra calle la rodea por su flanco meridional, formando parte de ella los muros de su claustro y otras dependencias catedralicias, entre las que destaca la capilla de Nuestra Señora de la Piedad. Enfrente se encuentra el Palacio de Valderrábanos, hoy convertido en hotel, y hacia el final de la calle, otro hotel-restaurante, el de Las Cancelas, cuya terraza ofrece uno de los rincones más agradables de la ciudad en el buen tiempo. Es una calle peatonal, casi siempre solitaria y a veces interrumpida por algún coche que sale del aparcamiento del hotel.

Pero vayamos al nombre, en principio poco sugerente por lo evidente. Y es que, al adentrarnos en esta calle desde la Catedral, lo primero que vemos de frente es una gran cruz de madera colocada sobre el muro que cobija la capilla anteriormente mencionada. Pero, ¿por qué el apelativo de “vieja”? Fue en 1889 cuando se le añadió el adjetivo para diferenciarla de otra calle con el mismo nombre en el barrio de San Nicolás, habiéndose llamado hasta entonces calle de la Cruz, tal como se puede leer en una inscripción colocada bajo la ventana de la capilla. Se llamó por tanto “calle de la Cruz Vieja”, como podemos ver en la rotulación más antigua colocada frente a la Catedral y, actualmente, “calle Cruz Vieja”, tal y como aparece en el cartel más reciente colocado del lado de la Plaza de Adolfo Suárez.

Sin embargo, no es por este nombre como la han conocido los abulenses durante siglos, si no con un nombre con tintes más románticos: la calle de la Muerte y de la Vida. Existen múltiples referencias literarias e históricas de su uso, pero parece que no fue éste su nombre oficial. ¿Qué acontecimientos ocurrieron en ella para que los abulenses adoptaran este nombre y se transmitiera hasta nuestros días? Pues bien, situémonos en el Ávila del siglo XV y XVI, época en la que la ciudad es cuna y hogar de muchas de las principales familias nobiliarias de Castilla, así como escenario de algunos de los acontecimientos políticos más relevantes de la segunda mitad del siglo XV, en plena guerra civil entre los partidarios de Enrique IV y los del infante Alfonso y más tarde, la princesa Isabel. Si paseamos por ella en la oscuridad de la noche y nos imaginamos la única iluminación existente en la época, con antorchas y candiles, nos encontraremos de pronto ante el escenario perfecto para los duelos a vida o muerte, propios de los caballeros en la Baja Edad Media. Por motivos de amor o dinero, para salvar su honra, la de su familia o su amada, los caballeros abulenses se citarían en esta calle y en otras parecidas aprovechando su angostura y oscuridad.

A este carácter romántico que está adquiriendo nuestra calle hay que sumarle una historia con rasgos de leyenda allí acontecida. En el año 1520, un pintor llamado Cristóbal Álvarez tenía como encargo restaurar un retrato de Beatriz Dávila, una joven dama de la nobleza abulense, de la cual quedó prendado. Beatriz vivía en el Palacio de los Dávila, donde el pintor acudía para terminar su obra y pasear por los alrededores para poder verla. Pero no era el único caballero interesado en la dama. Un miembro de la familia de los Águila estaba enamorado de Beatriz y, al enterarse de los sentimientos del pintor, lleno de ira, le retó a muerte. El duelo tuvo lugar, como no podía ser de otra manera, en la calle de la Muerte y la Vida, donde el caballero de los Águilas cayó muerto. No trajo este hecho un final feliz para el pintor, quien se vio obligado a huir a combatir a Flandes donde el destino le jugó una mala pasada puesto que allí se encontró con el verdadero prometido de Beatriz, don Francisco de Valderrábano, que también le retó a duelo aunque finalmente le perdonó la vida. El obcecado pintor, no pudiendo olvidar a su amada, regresó a Ávila, donde tampoco encontró el favor de Beatriz. Abatido, se retiró al monasterio de San Francisco y, en memoria de los hechos, solicitó a un amigo escultor que rematara los trabajos de la crestería de la capilla de la Piedad con la ejecución de dos medallones pétreos, de una calavera y una joven dama, la muerte y la vida. Y así los podemos contemplar hoy, aunque un poco desgastados por el paso del tiempo. Ese amigo escultor del que habla la leyenda bien pudo ser Vasco de la Zarza, quién estuvo trabajando en la Catedral de Ávila durante la primera mitad del siglo XVI, y del que son característicos los elementos fantasiosos, como los dragones que flanquean estos medallones.

Mención merece una placa que se encuentra en esta calle, como homenaje a Enrique Larreta, escritor argentino y representante del modernismo hispanoamericano. Este autor vivió parte de su vida en Ávila, ciudad por la que va a demostrar gran afecto y que definió en una ocasión como “la máxima expresión de Castilla”. De hecho, su obra más célebre, La gloria de don Ramiro tiene como escenario esta ciudad. La ubicación de la placa en esta calle se debe a que Enrique Larreta publicó un libro de poesía en 1941 que lleva por título La calle de la vida y la muerte, en clara alusión a nuestra calle aunque con el orden cambiado. Se trata de una recopilación de 88 sonetos, tantos como torreones tiene la muralla, de los cuales uno se titula Ávila y otro Don Ramiro en el que nombra nuestra calle. Y es este último soneto el que aparece en la placa. “[…] Sigo andando y no sé si soy yo quien va soñando o es Ávila quien sueña. La fortuna rondaba. Tú me diste ciudad fuerte, ciudad santa, la llave alternativa. Tu calle de la Vida y de la Muerte. […]”

Pero si de libros hablamos, existe otro cuyo título es también el nombre de nuestra calle, esta vez en el orden adecuado. Se trata de una novela de José Belmonte Díaz, infatigable historiador y divulgador de la historia abulense. El título completo de la obra es La calle de la muerte y de la vida. Cristianos y Judíos en Ávila Medieval. Y la calle no aparece sólo en el título sino que parte de la historia aquí narrada se desarrolla en ella, exactamente en un mesón propiedad de unos de sus protagonistas.




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