Calle de la Cruz Vieja.
Ávila.
Se trata de la calle
más angosta y con más recovecos de la ciudad dentro de las murallas. Se
extiende desde la Plaza de la Catedral hasta la Plaza de Adolfo Suárez, cerca
de la puerta de la muralla por la que se accede a la Plaza del Grande, centro
neurálgico de la ciudad. Pero partamos desde la Catedral. Nuestra calle la rodea
por su flanco meridional, formando parte de ella los muros de su claustro y
otras dependencias catedralicias, entre las que destaca la capilla de Nuestra
Señora de la Piedad. Enfrente se encuentra el Palacio de Valderrábanos, hoy
convertido en hotel, y hacia el final de la calle, otro hotel-restaurante, el
de Las Cancelas, cuya terraza ofrece uno de los rincones más agradables de la
ciudad en el buen tiempo. Es una calle peatonal, casi siempre solitaria y a
veces interrumpida por algún coche que sale del aparcamiento del hotel.
Pero vayamos al nombre,
en principio poco sugerente por lo evidente. Y es que, al adentrarnos en esta
calle desde la Catedral, lo primero que vemos de frente es una gran cruz de
madera colocada sobre el muro que cobija la capilla anteriormente mencionada.
Pero, ¿por qué el apelativo de “vieja”? Fue en 1889 cuando se le añadió el
adjetivo para diferenciarla de otra calle con el mismo nombre en el barrio de
San Nicolás, habiéndose llamado hasta entonces calle de la Cruz, tal como se puede
leer en una inscripción colocada bajo la ventana de la capilla. Se llamó por
tanto “calle de la Cruz Vieja”, como podemos ver en la rotulación más antigua
colocada frente a la Catedral y, actualmente, “calle Cruz Vieja”, tal y como
aparece en el cartel más reciente colocado del lado de la Plaza de Adolfo
Suárez.
Sin embargo, no es por
este nombre como la han conocido los abulenses durante siglos, si no con un
nombre con tintes más románticos: la calle de la Muerte y de la Vida. Existen
múltiples referencias literarias e históricas de su uso, pero parece que no fue
éste su nombre oficial. ¿Qué acontecimientos ocurrieron en ella para que los
abulenses adoptaran este nombre y se transmitiera hasta nuestros días? Pues
bien, situémonos en el Ávila del siglo XV y XVI, época en la que la ciudad es
cuna y hogar de muchas de las principales familias nobiliarias de Castilla, así
como escenario de algunos de los acontecimientos políticos más relevantes de la
segunda mitad del siglo XV, en plena guerra civil entre los partidarios de
Enrique IV y los del infante Alfonso y más tarde, la princesa Isabel. Si
paseamos por ella en la oscuridad de la noche y nos imaginamos la única
iluminación existente en la época, con antorchas y candiles, nos encontraremos
de pronto ante el escenario perfecto para los duelos a vida o muerte, propios
de los caballeros en la Baja Edad Media. Por motivos de amor o dinero, para
salvar su honra, la de su familia o su amada, los caballeros abulenses se
citarían en esta calle y en otras parecidas aprovechando su angostura y
oscuridad.
A este carácter
romántico que está adquiriendo nuestra calle hay que sumarle una historia con
rasgos de leyenda allí acontecida. En el año 1520, un pintor llamado Cristóbal
Álvarez tenía como encargo restaurar un retrato de Beatriz Dávila, una joven
dama de la nobleza abulense, de la cual quedó prendado. Beatriz vivía en el
Palacio de los Dávila, donde el pintor acudía para terminar su obra y pasear
por los alrededores para poder verla. Pero no era el único caballero interesado
en la dama. Un miembro de la familia de los Águila estaba enamorado de Beatriz
y, al enterarse de los sentimientos del pintor, lleno de ira, le retó a muerte.
El duelo tuvo lugar, como no podía ser de otra manera, en la calle de la Muerte
y la Vida, donde el caballero de los Águilas cayó muerto. No trajo este hecho
un final feliz para el pintor, quien se vio obligado a huir a combatir a
Flandes donde el destino le jugó una mala pasada puesto que allí se encontró
con el verdadero prometido de Beatriz, don Francisco de Valderrábano, que
también le retó a duelo aunque finalmente le perdonó la vida. El obcecado
pintor, no pudiendo olvidar a su amada, regresó a Ávila, donde tampoco encontró
el favor de Beatriz. Abatido, se retiró al monasterio de San Francisco y, en
memoria de los hechos, solicitó a un amigo escultor que rematara los trabajos
de la crestería de la capilla de la Piedad con la ejecución de dos medallones
pétreos, de una calavera y una joven dama, la muerte y la vida. Y así los
podemos contemplar hoy, aunque un poco desgastados por el paso del tiempo. Ese
amigo escultor del que habla la leyenda bien pudo ser Vasco de la Zarza, quién
estuvo trabajando en la Catedral de Ávila durante la primera mitad del siglo
XVI, y del que son característicos los elementos fantasiosos, como los dragones
que flanquean estos medallones.
Mención merece una
placa que se encuentra en esta calle, como homenaje a Enrique Larreta, escritor
argentino y representante del modernismo hispanoamericano. Este autor vivió
parte de su vida en Ávila, ciudad por la que va a demostrar gran afecto y que
definió en una ocasión como “la máxima expresión de Castilla”. De hecho, su
obra más célebre, La gloria de don Ramiro tiene como escenario esta ciudad. La
ubicación de la placa en esta calle se debe a que Enrique Larreta publicó un
libro de poesía en 1941 que lleva por título La calle de la vida y la muerte,
en clara alusión a nuestra calle aunque con el orden cambiado. Se trata de una
recopilación de 88 sonetos, tantos como torreones tiene la muralla, de los
cuales uno se titula Ávila y otro Don Ramiro en el que nombra nuestra calle. Y
es este último soneto el que aparece en la placa. “[…] Sigo andando y no sé si
soy yo quien va soñando o es Ávila quien sueña. La fortuna rondaba. Tú me diste
ciudad fuerte, ciudad santa, la llave alternativa. Tu calle de la Vida y de la
Muerte. […]”
Pero si de libros
hablamos, existe otro cuyo título es también el nombre de nuestra calle, esta
vez en el orden adecuado. Se trata de una novela de José Belmonte Díaz,
infatigable historiador y divulgador de la historia abulense. El título
completo de la obra es La calle de la muerte y de la vida. Cristianos y Judíos
en Ávila Medieval. Y la calle no aparece sólo en el título sino que parte de la
historia aquí narrada se desarrolla en ella, exactamente en un mesón propiedad
de unos de sus protagonistas.
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