Entre
1515 y 1521, Manuel I mandó levantar esta torre defensiva en medio del río.
Antiguamente, era el punto de embarque para los navegantes que partían a
descubrir nuevas rutas marítimas, por lo que esta joya manuelina se ha
convertido en símbolo de la expansión de Portugal. El exterior de la torre está
ricamente decorado: piedras talladas imitando cordajes, balcones abiertos,
atalayas moriscas y almenas con forma de escudos. El salón gótico debajo de la
terraza, antiguo almacén de armas y prisión, es austero, pero las habitaciones
privadas merecen la visita por la bella arquería y el panorama que desde allí
se contempla.
Una
imagen de la Virgen del Feliz Retorno mira al mar como símbolo de protección
para los marinos que zarpaban a ultramar.
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