Hay 99. Ni uno más. Y todos
tienen nombre y apellido. Ni habrá más: un ‘yali’ histórico, residencia de
bachás y vizires, no se puede volver a construir. Estas mansiones a orillas del
Bósforo componen uno de los mercados inmobiliarios más exclusivos del mundo.
Tanto que sólo dos familias turcas se reparten la mayoría de los edificios. A
los que quedan les está echando el ojo Sotheby’s.
A un precio de 10.000 a 14.000
euros el metro cuadrado, vivir en un ‘yali’ sale más o menos al mismo precio
que vivir en Manhattan con vistas al Central Park. Pero con otro continente al
alcance de la mano. Todos los 'yalis' se situán en el borde del agua ―el propio
término 'yali' se deriva del griego 'gialós', costa― bien en el lado europeo,
bien en el asiático del Bósfofo, y todos están construidos en madera, ambas
características imprescindibles para aspirar a esta categoría.
La tercera condición es la
histórica. La gran mayoría data del siglo XIX, aunque los hay más antiguos; el
más venerable es de finales del XVI. Casi siempre fueron edificados para altos
cargos de la corte otomana o, muy frecuentemente, para embajadores o
dignatarios extranjeros. "El vizir otomano estaba obligado a tener un 'yali',
cualquier otra residencia se habría considerado poco adecuada para las
recepciones oficiales", señala Jessica Tamtürk, una escritora de origen
belga, autora de varios libros de viajes sobre Turquía y ella misma dueña de
una de estas preciadas casas.
Hoy, ministros y embajadores
siguen apreciando los exclusivos barrios a orillas del Bósforo, pero los
'yalis' están fuera del alcance de la mayoría. Ya los vizires tenían sus
dificultades: si perdían el favor del sultán, pocos podían permitirse el lujo
de mantener estas mansiones, cuya frágil edificación exige continuas y
cuidadosas reparaciones.
Además, vivir en un 'yali' no
sólo es un placer, asegura la autora. En verano, sí: no haya nada mejor que los
amplios salones y la ligera estructura de madera, refrescada continuamente por
las brisas del Bósforo... un circuito de refrigeración natural, que permite
respirar incluso en las semanas de agosto en las que el resto de la metrópoli
jadea bajo la espesa calor. "En invierno, el frío corta como un
cuchillo", sabe Tamtürk. "Los vientos de Rusia llegan directamente al
Bósforo". De ahí que normalmente, los 'yalis' sean residencias de verano
para quienes ya tienen algún hogar mejor equipado para el invierno de Estambul
y sus nevadas.
Los turcos más ricos
Pero quien se lo puede permitir,
se pide el capricho: no hay nada más exclusivo en la alta sociedad estambulí
que ser propietario de una de estas 99 casas. Pocos lo consiguen. Dos familias,
los Sabanci y los Koç, están enzarzadas no sólo en una dura pelea sobre quién
encabeza la lista de las mayores empresas turcas ―el 'holding' Sabanci tuvo
9.000 millones de euros de ingresos en 2010, el de Koç llegó a los 20.000
millones― sino también en una carrera por ver quién se hace con más 'yalis'.
Hay quien asegura que todas las
mansiones adquiridas por la familia Sabanci tienen el tejado verde. Un paseo en
barco por el Bósforo revela decenas de ejemplos. Y las malas lenguas añaden que
en este toque familiar se advierte una necesidad de exhibición de 'nuevos
ricos', mientras que los Koç, cuyo imperio es apenas una década más antiguo
―ambas dinastías empezaron en los años 20 del siglo pasado― representarían una
burguesía de mejor gusto clásico.
Pero con 6 millones de euros
puede bastar para adquirir uno de los yalis más ‘modestos’, de apenas 400-600
metros cuadrados habitables, jardín aparte. Añada algo de calderilla para el
imprescindible barquito en la puerta: si tiene prisa, ni sueñe con sacar la
limusina del garaje y enfrentarse al tráfico estambulí. A gran parte de los
barrios más importantes de la metrópoli ―¡y sobre todo las discotecas más
famosas!― se llega mucho más cómodamente a través del agua.
La lista de precios está abierta
hacia arriba. Un gran 'yali' de 3.000 metros cuadrados en Kandilli puede valer
45 millones. El Sehzade Burhanettin, de un tamaño similar, con 64 habitaciones
y un muelle particular de casi 60 metros, se ha situado en Forbes como la
quinta casa más cara del mundo, con un valor de 70 millones. El mismo precio
tiene el Conde Ostrorog, construida a inicios del XIX y durante el siglo XX
hogar de una noble familia polaca; desde 2003 vive aquí Rahmi Koç, patriarca de
la dinastía.
En unos 100 millones se sitúa el
Valide Pasa, construido en 1902 y poco después vendido a Egipto como residencia
consular. Sigue perteneciendo a este país, aunque por el momento, las llaves
están en manos del arquitecto que coordinó la restauración, concluida en mayo
pasado y evaluada en 7 millones.
Mantenimiento
Mantener un 'yali' no siempre
sale tan caro, asegura Jessica Tamtürk. "En el fondo se trata de
reemplazar uno por unos los tablones afectados, conforme la madera se pudra. Si
uno contrata a artesanos experimentados y se implica personalmente en cuidar el
trabajo, no es una inversión enorme». Eso si no está afectada la estructura:
«Con cada buque que pasa por el Bósforo se tambalean los cimientos». Algunas de
estas casas están edificadas en parte sobre pilones clavados en el agua, ya
casi al estilo de Venecia.
Algunos 'yalis' también se pueden
alquilar. Por la menudencia de 10.000 o 15.000 euros al mes tendrá su mansión
de dos pisos, 500 metros cuadrados y 14 dormitorios. No se deje engañar.
"Hay 470 casas directamente construidas en la orilla", advierte
Jessica Tamtürk. "De ellas, 240 son históricas, según cifras oficiales. En
realidad sólo quedan unas 200. Pero sólo 99 de éstas tienen su historia
acreditada como casas otomanas conservadas tal cual". Joyas
irreemplazables. «Véngase a cenar a mi yali» es una frase que en elegancia no
puede superar ningún dueño de una mansión en California.
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