Es un pueblo congelado, literalmente, en
el tiempo. De ahí radica su encanto.
Uno se empieza a dar cuenta de ello
cuando deja la carretera principal y coge el camino a Viscri. Un camino
bastante irregular y donde el paisaje está compuesto por bellas colinas, prados
de un verde intenso y tierras labradas.
Pero antes, un poco de historia. Viscri
es una aldea sajona que cuenta con una iglesia fortificada declarada Patrimonio
de la Humanidad por la UNESCO. Los pueblos székely y sajones de Transilvania
nacieron durante los siglos XI-XIII. Los reyes de Hungría instalaron colonos
alemanes en la región en el siglo XIII. Estos, llamados sajones por los
monarcas húngaros, contaban con condiciones ventajosas para su instalación y
conservaron sus costumbres. Estaban situados en una región donde la amenaza de
las invasiones otomanas y tártaras era constante. Para defenderse, construyeron
fortificaciones de diferente importancia. Las ciudades más importantes se
fortificaron completamente y las comunidades más pequeñas, como es el caso de
Viscri, crearon fortificaciones en torno a su iglesia, a la cual añadieron
torres defensivas y almacenes que les permitieran conservar sus bienes.
Las casas son de arquitectura sajona y
cada una de un color distinto.
Lo más común es ver a la gente, familias
enteras, transportarse en carros tirados por caballos.
Fuente: https://viajarportransilvania.com/2016/11/14/viscri/
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