Podrás perderte por las calles de la ciudad después de haber subido al castillo, ubicado en la parte más alta y desde donde disfrutarás de unas increíbles vistas. Dentro del recinto encontrarás laa ermita de San Pablo (s. XVI) y cuatro de las siete puertas que había originalmente, además de la Alberca y un aljibe hispano-musulmán. Desde este punto acércate a la Iglesia de Santiago, románica del siglo XII y reformada en el XVII, donde se conserva la talla del Cristo de las Aguas. Paseando llegarás a su conocida Plaza Mayor, en pleno centro de la ciudad. De estilo renacentista, está rodeada de soportales y en ella se ubica la estatua ecuestre de Francisco Pizarro. Allí se reunían comerciantes y artesanos hasta que se levantaron durante el siglo XVI las casas de los linajes más importantes, como la Casa de la Cadena, la de los Orellana, o la de los Chaves-Cárdenas. También destaca el Palacio de la Conquista, cuya construcción comienza Hernando Pizarro, hermano del descubridor, y del que hay que destacar el balcón; el Palacio de los duques de San Carlos, el Palacio de Piedras Albas o el Palacio de los Carvajal-Vargas con su balcón esquinado y sus chimeneas. Cerca encontrarás la Iglesia de San Martín de Tours y la Iglesia de Santa María la Mayor. Ésta última es uno de los monumentos religiosos más importantes de la zona por su antigüedad, al conservar la Torre Julia que data del siglo XIII, y por su inconfundible arquitectura fruto de las reformas realizadas en los siglos XIV y SVI.
Embutida a capón sobre uno de los lienzos de la muralla, y protegiendo el acceso a la alcazaba por la puerta de Santiago, se encuentran las casas del que fuera prohombre y defensor de Isabel I de Castilla, don Luis de Chaves “el Viejo”, casado con María de Sotomayor, hija del Maestre de la Orden de Alcántara, don Gutierre de Sotomayor.
Sus esbeltas torres, la occidental desmochada, y sus recios muros, jalonados por un rico repertorio de huecos con arcos y ornamentos del último gótico, amén de algún que otro ladrilloso vano mudéjar, convierte este edificio en uno de los mejores ejemplos de la arquitectura civil castellana de la baja Edad Media.
Aquí residieron largas temporadas y hasta en cinco ocasiones los Reyes Católicos, tal como acredita la rica documentación conservada en el Archivo General de Simancas.
Ubicada en el interior del recinto amurallado, junto a la puerta homónima y la casa-fuerte de Luis de Chaves “el Viejo”, la antigua parroquia de Santiago –finales del siglo XII- se levantó sobre uno de los centros urbanos de la Alcazaba hisponomusulmana. Jerarquía que mantuvo este espacio tras la reconquista, como testimonian numerosos documentos que recogen el uso de su plaza inmediata como mercado, de la lonja del templo como espacio de renión para el Concejo, y la ubicación en sus inmediaciones de las primeras casas que el Obispo de Plasencia tuvo en la entonces villa de Truxillo.
El edificio, ampliamente transformado en el siglo XVII, momento en que se compartimentó el espacio original en tres naves mediante pilares que sustentan un abovedamiento por artistas, fue levantado a finales del siglo XII, siguiendo un estilo románico que aún hoy es reconocible en la volumetría de sus muros, la forma de su cabecera o la hechura de su torre campanario. Las puertas son obra del siglo XV y la capilla de los Loaisa y la sacristía de la primera mitad del siglo XVI.
Entre otras piezas de singular valor, su interior conserva la célebre talla del Cristo de las Aguas, de tipo doliente, elaborada en el siglo XIV. De notable valor artístico son asimismo los esgrafiados que ornamentan los muros de la sacristía a modo de friso, bajo el forjado, un conjunto de tritones, rolcos y laureas ejecutados en cal pigmentada con negro carbón; como un lápiz, bajo de estos, un encintado romboidal, a modo de “sebqa”, tapado por un encalado contemporáneo.Construido en época califal entre los siglos X y XI, está situado en la zona más elevada de la ciudad sobre el cerro conocido como “Cabezo de zorro”. Hasta el s. XVI mantuvo su estructura primitiva modificándose en siglos posteriores y presentando en la actualidad su impresionante estampa que se divisa desde cualquier punto de Trujillo.
De aspecto casi totalmente militar, sobre su puerta más meridional se encuentra el Santuario dedicado a la Patrona de Trujillo, la Virgen de la Victoria.
Desde sus torreones se divisa la ciudad y buena parte de la comarca, pudiéndose visitar el aljibe y otras dependencias situadas en el interior de este majestuoso castillo, erigido en un lugar tan estratégico.De estilo tardorománico, aunque reformada en el s. XVI, es el templo más importante de todos los que se encuentran dentro de las murallas. Situada en la Plaza de Santa María, fue probablemente edificada en un solar que estuvo ocupado con anterioridad y hasta el s. XIII por una mezquita musulmana.
En esta iglesia de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería, se puede observar su magnífico retablo mayor, uno de los tesoros de este templo acabado por Fernando Gallego a finales del s. XV, con tres cuerpos y siete calles donde destacan los óleos que reproducen la vida de la Virgen y la Pasión de Jesús.En este espacio hallamos dos plantas dedicadas al conquistador de Perú, situándose en la planta baja una didáctica recreación de la vida trujillana en el s. XV.
Convento de las Jerónimas de Santa María Magdalena.
Situado en las inmediaciones de la iglesia parroquial de Santa María La Mayor, junto a las antiguas casas de Lorenzo Pizarro El Magnífico (palacio de Lorenzana), en un emplazamiento topográfico durante siglos fuertemente militarizado, el convento de Jerónimas de Santa María fue fundado sobre un antiguo solar de los Vargas, en tiempos de Isabel I de Castilla; soberana que promovió su construcción y benefició su posterior y necesario sustento con ciertas cantidades de maravedíes anuales que se libraban de los Bienes de Propio de la ciudad.
Su aspecto exterior sólido y hermético caracteriza toda la fábrica, muy austera por lo demás, siendo, junto al edificio conventual de San Pedro, el único de los cenobios trujillanos que no llegó a disponer de un claustro completo y desarrollado en sus cuatro lados.
La iglesia, embebida en la caja muraria del convento, es un templo “ad aulam” de finales del siglo XV, con cabecera hemipoligonal; cubierta con bóveda de crucería y dotada de un coro a los pies, repite el modelo gótico de otras iglesias de la ciudad como San Martín, San Pedro, San Miguel o San Francisco el Real de La Coria.
Durante el último cuarto del siglo XVI trabajó aquí, en ciertas obras de reparo, el célebre maestro de cantería Francisco Becerra, a quien debemos el hueco en esviaje de la antiportería. Asimismo a finales del siglo XVI pertenecen el conjunto de esgrafiados que adorna la planta baja.
En este espacio hallamos dos plantas dedicadas al conquistador de Perú, situándose en la planta baja una didáctica recreación de la vida trujillana en el s. XV.
En este espacio hallamos dos plantas dedicadas al conquistador de Perú, situándose en la planta baja una didáctica recreación de la vida trujillana en el s. XV.
De estilo tardorománico, aunque reformada en el s. XVI, es el templo más importante de todos los que se encuentran dentro de las murallas. Situada en la Plaza de Santa María, fue probablemente edificada en un solar que estuvo ocupado con anterioridad y hasta el s. XIII por una mezquita musulmana.
En esta iglesia de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería, se puede observar su magnífico retablo mayor, uno de los tesoros de este templo acabado por Fernando Gallego a finales del s. XV, con tres cuerpos y siete calles donde destacan los óleos que reproducen la vida de la Virgen y la Pasión de Jesús.
De estilo tardorománico, aunque reformada en el s. XVI, es el templo más importante de todos los que se encuentran dentro de las murallas. Situada en la Plaza de Santa María, fue probablemente edificada en un solar que estuvo ocupado con anterioridad y hasta el s. XIII por una mezquita musulmana.
En esta iglesia de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería, se puede observar su magnífico retablo mayor, uno de los tesoros de este templo acabado por Fernando Gallego a finales del s. XV, con tres cuerpos y siete calles donde destacan los óleos que reproducen la vida de la Virgen y la Pasión de Jesús.
Situado en el costado septentrional de la alcazaba, junto a la puerta de Coria, una de las siete que facilitaban el acceso al recinto amurallado, el convento de freiras de San Francisco el Real fue fundado la segunda mitad del siglo XV, perteneciendo su iglesia –un templo “ad aulam” de hechura gótica- a la primera década del siglo XVI. El claustro fue levantado avanzada la segunda mitad del ‘500, si bien en sus arcos segmento enjarjados y capitels itálicos puede, todavía, adivinarse el influjo que en estas primeras arquitecturas claustrales castellano-extremeñas tuvieron el último gótico alemán y los iniciales repertorios decorativos italianos del Renacimiento.
En este convento profesaban las élites de la nobleza local, lo que le convirtió en uno de los más prósperos y florecientes de Trujillo.
En 1970 fue adquirido por don Xavier de Salas Bosch, que lo rehabilitó para establecer en él la sede de la fundación (1981) que lleva su nombre. Institución que dará continuidad hasta nuestros días a la labor de promoción y defensa del patrimonio, las artes y la cultura trujillana e hispanoamericana iniciada años antes por la Asociación de Amigos de Trujillo.
El Alcázar de los Bejarano, obra de los siglos XIII-XV, constituye una de las arquitecturas defensivas y residenciales más importantes de la alcazaba trujillana. Su evolución arquitectónica y función militar han corrido parejos a su relevante emplazamiento, junto a la llamada puerta de Fernán Ruiz o del Triunfo, obra del siglo XIII, y uno de los accesos principales que tuvo la villa medieval de Trujillo tras la Reconquista – hacia 1232. Su trayecto acodado, defendido por una de las torres del Alcázar de los Bejarano, confiere a este espacio un valor urbano importantísimo, herencia del pasado hispanomusulmán del recinto.
Sus muros destacan por el contraste de sus ladrillosos vanos mudéjares con algunas ventanas renacentistas de excelente ornato y factura. En la puerta principal –s. XV-, junto a las armas del linaje –un león rampante con cuatro cabezas de dragón-, puede leerse la divisa “Sub Umbran Alarum Tuarum Protegenos”. Extraída de la Biblia, recuerda la alabanza del Salmo 16,8: “Protégeme Como a la Pupila de Tus Ojos; Escóndeme a la Sombra de tus Alals”. Fue también divisa de la reina Isabel I.En diciembre de 1602, el Concejo de Trujillo recogía en el acta de la sesión de la fecha sobre los “Frailes Descalzos de la Viciosa: En este día se vio y leyó en este Ayuntamiento una Provisión y Facultad Real de S.M. en favor de los Frailes Descalzos de la Viciosa para trasladar su Monasterio en esta Ciudad…”. Un año más tarde tomaban posisión de la ermita y convento de la Magdalena, situado extramuros, en la zona norte del Berrocal. Allí estuvieron los franciscanos alcantarinos hasta que unas décadas después se trasladaron a un nuevo edificio, intramuros, junto a la antigua puerta de Vera Cruz, hoy de San Andrés.
El nuevo edificio, bajo patronato de la familia Chaves Mendoza, cuyas armas adornan la fechada principal, fue realizado por el arquitecto Gabriel Pentiero, dentro de un estilo Barroco Clasicista reconocibles también en el claustro y la iglesia. En el siglo XVIII, ya en pleno Barroco, se levantaron el cimborrio octogonal y la linterna que cierran el crucero.
Tras la exclaustración decimonónica el edificio fue reutilizado primero como Hospital de la Concepción, bajo patrocinio de la Fundación Obra Pía de los Pizarro, y, más tare, como residencia particular.
Aprovechando la estructura castrense de un edificio medieval, que era propiedad del linaje Vargas y servía para proteger el sinuoso acceso existente desde el arrabal de San Martín –Plaza Mayor- y el camino Real a Sevilla hacia la puerta de Vera Cruz –hoy de San Andrés-, las casas de Juan Pizarro de Orellana –protagonista de la Conquista del Imperio Inca- fueron levantadas hacia 1541, convirtiéndose desde entonces en la primera de las grandes residencias renacentistas trujillanas. Su patio interior, doblemente claustrado, recuerda al primer renacimiento ornamentado de Alonso de Covarrubias, y bebe directamente del tratado de arquitectura de Diego de Sagredo (Toledo, 1526), de donde su autor - ¿Sancho de Cabrera?- tomó los modelos de capiteles itálicos que sustentan sendas arcaturas, amén de las típicas zapatas que sostienen el entrablamento superior.
La fachada principal apoya sobre una lonja porticada y abovedada –originalmente cubierta por un forjado de cintas y saetinos- encima de la cual se levanta una gran logia o soleador, que abre y conunica el edificio con el entorno suburbano de la ciudad.
En estas casas se hospedó, protegido por su propietario don Fernando Pizarro de Orellana, nuestro universal escritor Miguel de Cervantes.
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