Fortaleza medieval del siglo XI que fue reconstruida y transformada en palacio residencial a finales del siglo XVI. Se mantuvo intacta hasta el año 1835 y permaneció habitada hasta 1908.
Desde el punto de vista estratégico recibe la protección de las depresiones del río Cuervo, el barranco de Boixeró, la colina de los Emprius y los planes de San Roque. Se cree que antes había una mazmorra y un pasadizo secreto que iba desde el castillo hasta la iglesia parroquial de San Miguel y hacia el Convento del Roser.
Cabe destacar, especialmente, la alta torre del homenaje de siete plantas, en las tres últimas hay unos ventanales renacentistas con influencias góticas y de la que se divisa una magnífica panorámica de la zona. También constaba de una escalera renacentista y un patio de armas.
En el año 1949 fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN).
La descripción arquitectónica del Castillo de Ciutadilla - cuyo conocemos una leyenda recogida por J. Amades- ha sido realizada, de mano maestra, por Monreal De Riquer.
El antiguo castillo medieval se transformó en magnífico palacio, pero mantuvo curiosamente la silueta y el carácter de fortaleza exteriorizado en la alta torre del homenaje y en los sólidos muros que se adaptan a la irregularidad del terreno. En esto difiere de casi todos los edificios análogos de las tierras leridanas, los cuales, llegado el siglo XVI, se convirtieron en palacios, sumariamente fortificados, de planta regular.
El fuerte desnivel del suelo obligó a construir muros en varias ocasión, lo que hace sumamente difícil la distinción de las épocas de las sucesivas reformas y ampliaciones del castillo.
El Conjunto determina una planta cuadrangular bastante irregular, en torno a un patio trapezoidal. Esto por lo que se refiere al recinto interior, ya que en la parte foránea observan restos de un muro tosco, de piedra pequeña y sin trabajar, correspondiente a un recinto exterior. Este muro tenía aspilleras y, alzado en la parte más alta de la colina, era destinado a defender el profundo desnivel que a guisa de foso forma la albacara entre ambos recintos. En cambio, el muro externo del núcleo residencial es de sillería gorda, con ventanas de dintel, muchas de las cuales están cubiertas de un recuadro que rompe la moldura con un arco conopial. El coronamiento de este muro es de almenas grandes con garfios e incluso hay garfios sobre una tronera. En la planta baja se repiten las Espejeras simples de tipo antiguo.
La fisonomía de este muro nos da ya las líneas generales de la historia constructiva del monumento: estructuras medievales, casi todas del siglo XV, transformadas en el XVI, época a la que corresponden las ventanas. Ante dos de estas ventanas y en diferentes plantas, hay unos curiosos salientes desde los cuales se puede sacar agua de la cisterna exterior, abierta al pie del muro.
El elemento más destacable, con respecto a la silueta del castillo, es la gallarda y altísima torre de planta rectangular, adosada a uno de los ángulos o más bien cargada sobre la misma esquina. Su elevación corresponde a la de siete plantas, de las cuales las tres más bajas presentan el muro compacto, sin aberturas de ningún tipo. Sobre estas, hay tres más, en cada una de las cuales se abre una preciosa ventana renacentista con resabios góticos, según el tipo tan elegante y tan frecuente en Cataluña hasta mediados del siglo XVI. Son de dintel bajo un recuadro mixtilíneo que deja un pequeño tímpano decorado con un blasón. El último cuerpo de la torre es el de la terraza, rodeada de un parapeto con aspilleras en forma de bocina.
En una de las caras laterales de la torre hay un matacán a media altura, y otro alto de la cara que mira al interior del recinto, es decir, que este matacán domina el patio. Esto nos indica que en pleno siglo XVI aún no se consideraba superflua la fortificación, y con esta defensa se preveía la posibilidad de que el patio fuera ocupado por el enemigo y la gran torre el último reducto de los defensores.
Como ya hemos señalado, toda la torre es de magnífica construcción y corresponde a una obra tardía, pero bajo su observamos los rudos materiales de otra torre mucho más antigua que indudablemente tuvo el mismo emplazamiento.
Si de la torre estando seguimos el muro descendente, encontraremos a una distancia de pocos metros otra torre mucho más pequeña, desmochada y evidentemente más antigua.
Esta segunda torre flanquea y protege el portal de entrada al castillo, que es doble y adovelado en medio punto, pero que ahora se encuentra casi totalmente derrumbado. Por este portal se pasa al patio, espléndido de forma y dimensiones, que constituye el centro de la mansión.
En la desolada ruina actual del castillo, que deja al descubierto las diversas estancias, con las paredes rotas y los techos derrumbados, se puede ver de un vistazo la complejidad de la construcción y las distintas manos que en tiempos diversos contribuyeron a realizarla. Hay bóvedas de cañón, arcos bajos de medio punto, arcos apuntados, arcos rebajados y arcos también de medio punto, pero más esbeltos y tardíos. Estos elementos, en el mismo orden de su enumeración, corresponden aproximadamente a los siglos XII, XIII, XIV, XV y XVI.
La yuxtaposición de tipos tan diferentes convierte confusión total para la removida de piedras que el edificio ha sufrido, como si hubiera experimentado un terrible terremoto.
Una vez pasado el portal, encontramos a mano izquierda, una larga crujía, la cual, debido al desnivel del terreno, ocupa el lugar de una planta subterránea; aquí vemos arcos transversales, unos de medio punto y otros apuntados. En el testero se abre una puerta semicircular de grandes dovelas. La construcción es tosca y desigual y corresponde a las partes más antiguas de la fábrica.
La crujía de la cara frontal tiene una planta baja, cubierta con bóveda de cañón apuntado, donde hay silos, pilas de piedras y otros indicios de haber sido destinada a almacén de comestibles. La atraviesa una escala que sale al exterior por una poterna. Sobre la crujía hay un espacioso salón con cinco arcos transversales rebajados que debían sostener un techo de vigas. El muro tiene aspilleras sencillas.
En el rincón de la derecha del patio se encuentra la escalera noble, de líneas góticas, sobre un arco rampante, y que da acceso al piso principal. Hasta no hace muchos años, esta escala estuvo cubierta por una preciosa galería renacentista, formada por dos arcos sobre los escalones y tres sobre el rellano, todos ellos sostenidos entre sí por hasta balaustres. Era quizá la escala catalana más bella del siglo XVI, como puede verse en las fotografías tomadas varios años. La escalera, desemboca en una bonita portada de pillastres clásicas, coronadas en forma de frontón triangular. Bajo la escalera hay una cisterna blasonada.
Finalmente, la crujía que vemos a la derecha desde la entrada del patio, tiene una planta baja abierta con arcos rebajados y encima se levantan dos pisos con ventanas de dintel y de finas molduras. Los salones de esta parte serían los principales y corresponden a la última etapa de la construcción, si bien aprovechan en parte muros viejos, lo que hace que se observen materiales de aspecto muy diverso.
Hay un buen número de salas con magníficos chimenea de piedra; observan, además, otros detalles de gran refinamiento, que permiten que nos hagamos una idea de la suntuosidad que en tiempos no muy lejanos ofrecía esta maravillosa mansión señorial.
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