La devoción que los mallorquines tienen
a la Virgen del Carmen se ha manifestado a lo largo de los siglos. Su
divulgación, así como la tradicional imposición del escapulario, está
directamente relacionada con la actividad que lleva desarrollando desde la
época medieval en Palma la Orden Carmelita.
La fundación del convento del Carmen
tuvo lugar en la primera mitad del siglo XIV, coincidiendo con el obispado del
carmelita Gui de Terrena. Sin duda, ese convento se convertiría en uno de los
más importantes e influyentes de la ciudad. De él salieron frailes que llegaron
a ser generales de la Orden, tales como fray Joan Ballester o fray Bernat de
Oleza; o intelectuales de la talla de fray Joan de Déu, fray Rafael Llinás o
fray Ramon Zanglada. También fue importante la aportación de los carmelitas
terciarios que procedían de todas las capas sociales. Gran devoto y protector
de los carmelitas fue el capitán Antoni Barceló.
Desgraciadamente, el convento sufrió de
lleno la nefasta desamortización de Mendizábal (1835), que arrasó con una parte
importante del patrimonio palmesano. Pocos restos han sobrevivido del cenobio
carmelita, quizás la pieza más importante es la Virgen del Carmen, de bello
alabastro, que se conserva desde 1837 en la iglesia de La Sang. También la
toponimia evoca algún recuerdo, el lector conocerá lo que ha sido hasta hace
pocos años el cuartel del Carmen; o la calle del Carme, perpendicular a la
Rambla. De toda esta historia nos interesa resaltar la influencia que tuvieron
los frailes del Carmelo en la sociedad. Los terciarios carmelitas fueron las
personas más cercanas a la Orden y entre sus filas surgió la figura de Elionor
Ortiz Girard, fundadora del convento de Santa Teresa de Jesús en Palma,
proclamada hija ilustre del Reino de Mallorca.
Dicho convento, conocido como es convent
de ses Tereses, situado a pocos metros del solar que durante siglos ocuparon
los frailes carmelitas, ha sobrevivido a los avatares de la vida moderna, a
salvo de los tempos frenéticos que marca la vida del siglo XXI. Los palmesanos
conocen bien su bella iglesia precedida por una simpática clastreta o patio, el
cual se comunica con la calle a partir de un portalón que nos recuerda al
acceso que hay en Santa Clara. En el espléndido trabajo sobre el convento de
Santa Teresa que realizaron Aina Pascual y Jaume Llabrés se cuenta que Elionor
Ortiz nació en Palma (1577) en el seno de una familia de mercaderes. Desde
joven contó con la dirección espiritual del padre Francesc Palou, carmelita.
Con el tiempo se empezó difundir su fama de santidad, llegando a los oídos del
rey Felipe III. En 1614, por inspiración divina, fue llamada a fundar un
convento de carmelitas descalzas, siguiendo la regla de Santa Teresa de Jesús.
Siempre contó con la ayuda de su familia
y de los carmelitas de Palma para llevar a cabo su misión que, con mucho empeño
y no sin pocos contratiempos, se fue haciendo realidad. En 1616, tras haberse
conseguido unas casas cerca de la Rambla, entraron a vivir en clausura Elionor,
Elisabet Font y las hermanas Catalina y Joana Rayó. En 1617 llegó la
autorización del arzobispo de Toledo en virtud de la cual tres religiosas del
convento de carmelitas descalzas de Guadalajara se trasladaron a Palma para dar
un impulso definitivo a la fundación del nuevo convento. Entre las monjas que
llegaron de la Península se encontraba la Madre Beatriz Josefa de la Asunción,
la cual se convertiría en la primera priora. El convento que hoy conocemos fue
construyéndose poco a poco.
Se fueron comprando las viviendas
adyacentes y se empezó la construcción de la iglesia siguiendo el modelo
característico de la orden carmelita, muy austero. Este hecho también explica
que el templo fuese el primero que se erigió en Palma con planta de cruz
latina. El maestro de obras Miquel Ferrer fue el encargado de ejecutar el
proyecto de la nueva iglesia. En 1624 se colocó la primera piedra y se bendijo
en 1637. De la fachada destaca la portada ormamentada, seguramente obra del prestigioso
escultor Joan Antoni Homs, que en aquellos momentos también estaba trabajando
en la fachada de la Universidad del Reino (actual Ayuntamiento). Ello explica
la similitud de algunos elementos ornamentales que se encuentran en los
portales de Cort y de la iglesia de las Teresas. Dentro del templo destaca el
retablo con la imagen de Santa Teresa y el de la Inmaculada Concepción, obra
esta última de Francisco Herrera. Otro elemento importante, aunque poco
conocido, es el claustro, también del siglo XVII, conformado por cuatro
galerías con arcos d´ansa de paner, es decir, rebajados, los cuales descansan
sobre unas robustas y sencillas columnas. El espacio central del claustro está
ocupado por cuatro parterres ajardinados, articulados a partir de una glorieta
en el centro, presidida por la Virgen del Carmen. Todo el convento —celdas,
refectorio, porches— está presidido por una austeridad que conmueve.
Las monjas carmelitas descalzas
mantienen la vida en clausura, fieles a la regla de su fundadora. Entre ellas
ha destacado —dejó este mundo hace pocos años— la Madre María Concepción (de
Oleza y Gual de Torrella), con una biografía que vale la pena leer. Hace poco
se ha abierto el proceso de su beatificación, prueba de que el convento se
encuentra en plena forma.
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