Siglos IX-X.
El lugar de enterramiento del Apóstol Santiago, en el Monte Libredón, quedó en el olvido hasta que, en torno a los años 820-830, fue descubierto, en tiempos del obispo Teodomiro de Iria Flavia. Cuando el rey Alfonso II tuvo noticia del descubrimiento mandó que se construyera en el lugar un templo para acoger el sepulcro. Pronto se quedó pequeño para acoger a los peregrinos que comenzaban a llegar, de forma que, por mandato de Alfonso III se inició la construcción de una nueva iglesia, consagrada en el año 899.
Siglo XI.
El auge que alcanzaron las peregrinaciones a Compostela a lo largo de los siglos X y XI, unido al fuerte apoyo recibido por parte de la Iglesia y la Monarquía, llevaron a la construcción de una catedral, cuyas obras se iniciaron, hacia el año 1075. Una inscripción en la capilla del Salvador y sendos capiteles ubicados en su entrada dan fe de que la construcción de la catedral se inició por este lugar en tiempos del rey Alfonso VI y del obispo Diego Peláez. Esta primera etapa constructiva se prolongó hasta el año 1088, cuando comienzan a ralentizarse, y, hacia 1094, de la mano de un nuevo maestro, Esteban, recuperan el ritmo constructivo desde una nueva perspectiva artística.
Los maestros canteros que empezaron a edificar la catedral de Santiago se llamaban don Bernardo el Viejo, maestro admirable, y Roberto, con otros cincuenta canteros poco más o menos que allí trabajaban asiduamente (Códice Calixtino).
Siglo XII.
En 1101 Diego Gelmírez fue consagrado obispo de Compostela. Este importante personaje, que contaba con una sólida formación e importantes relaciones personales, consiguió el privilegio de acuñación de moneda, lo que le iba a permitir contar con los recursos económicos para afrontar su proyecto, que, a continuación, se centró en el transepto, sus fachadas historiadas y un nuevo altar de Santiago, actuaciones para las que contó con una serie de maestros de procedencia foránea que no solo trajeron aquí nuevos modelos e influencias, sino que los desarrollaron y adaptaron de tal manera que Compostela se convirtió en vanguardista centro artístico de referencia en su época. En 1105, se consagró el nuevo altar sobre el sepulcro apostólico, para el cual se modificó el antiguo mausoleo y en 1112, acabó por suprimir por completo la antigua basílica de Alfonso III, que hasta entonces había coexistido con las obras de construcción. Bajo el Papa Calixto II, Gelmírez alcanzó el rango de Arzobispo y, Compostela, el de sede metropolitana en el año 1120, consolidando la importancia de la catedral y propiciando un período de esplendor en las peregrinaciones a Santiago.
En esta iglesia, en fin, no se encuentra ninguna grieta ni defecto; está admirablemente construida, es grande, espaciosa, clara, de conveniente tamaño, proporcionada en anchura, longitud y altura, de admirable e inefable fábrica, y está edificada doblemente, como un palacio real. Quien por arriba va a través de las naves de triforio, aunque suba triste se anima y alegra al ver la espléndida belleza de este templo (Códice Calixtino).
Siglos XII-XIII.
A partir de la muerte de Gelmírez, será Fernando II quien dará el impulso necesario a la conclusión de la de la catedral románica, convertida además en templo de referencia del reino y lugar de enterramiento de reyes. Todo ello sería posible gracias a la figura del Maestro Mateo. No se tienen datos ciertos acerca de su origen y procedencia, pero aparece citado en el documento de 1168 por el cual Fernando II le concede una pensión vitalicia por la dirección de las obras de la Iglesia de Santiago. Desde entonces y hasta 1211, Mateo lideró un completo proyecto que iba a marcar la transición del estilo románico al gótico, incorporando una nueva sensibilidad artística e interesantes innovaciones fruto de su conocimiento del arte más vanguardista de su época. Acometió la conclusión de los últimos tramos de la nave principal de la catedral y llevó a cabo el cerramiento occidental del templo, con una innovadora solución que permitió salvar el desnivel del terreno con una novedosa cripta que sustenta un nártex abierto al exterior por una fachada que desembocaba en una terraza y, coronando el conjunto, una tribuna. Este singular espacio sacro, de tres niveles en altura, contenía un programa iconográfico unitario, de contenido apocalíptico y salvífico, que tiene su punto culminante en la triple arcada interior del nártex, hoy conocida como Pórtico de la Gloria, una de las obras cumbres del arte universal.
El Maestro Mateo también concibió un monumental coro de piedra policromada que ocupaba los primeros tramos de la nave central y que servía para ordenar la vida y liturgia capitular del renovado cabildo compostelano; y se encargó de crear un elemento de referencia para el peregrino en el interior de la catedral, con la colocación de una imagen sedente del Apóstol que, aunque muy reformada, ha llegado a nuestros días como el Santiago del Abrazo.
El 21 de abril de 1211 tuvo lugar la solemne consagración del templo, con la presencia del rey Alfonso IX, de la que queda testimonio por las cruces de granito policromado y dorado que recorren las naves de la catedral, recordando la figura del arzobispo Pedro Muñiz.
Siglos XV-XVI.
Los talleres de influencia mateana siguieron trabajando en nuevos proyectos, como la remodelación del Palacio de Gelmírez impulsada por el arzobispo Juan Arias o una inconclusa nueva cabecera gótica, que quedó sepultada bajo la escalera de la actual plaza de la Quintana.
Los problemas estructurales del claustro, ocasionados por las características del terreno en el flanco suroeste de la catedral, provocaron la construcción de uno nuevo, dando entrada, de este modo, en la catedral, al estilo renacentista, promovido en la ciudad por los arzobispos de la familia Fonseca.
Siglo XVII.
La Edad Moderna viene marcada por el barroco, estilo que iba a aportar al conjunto unas nuevas vestiduras. El siglo XVII se inició con el derribo del coro pétreo y la construcción de una monumental escalinata en la fachada occidental. De la mano del canónigo José Vega y Verdugo, se comenzó a acometer la gran modernización de la catedral. Al exterior, la nueva fachada de la Quintana y la remodelación de la Torre del Reloj. En el interior, la nueva decoración de la capilla mayor, diseñada como una verdadera apoteosis jacobea. De nuevo, será decisiva, como siempre ha sucedido en las grandes transformaciones de la catedral, la unión de la jerarquía eclesiástica y de la monarquía hispana; y el gran artista de la época, el compostelano Domingo de Andrade.
Siglo XVIII
Esta gran remodelación barroca se completaría, en el siglo XVIII, con importantes intervenciones, entre ellas, la nueva fachada occidental, la del Obradoiro, obra de Fernando de Casas y la de la Azabachería, que a mediados de esta centuria iba a sustituir a la antigua fachada del Paraíso. En interior, se renovarán los llamados Palacios Capitulares y se construirá la capilla de la Comunión.
Siglos XIX-XXI
Tras el esplendor del barroco, el siglo XIX supuso un período de crisis, debido a causas diversas, políticas, sociales y económicas que afectaron, también, a toda la ciudad.
El resurgir del fenómeno jacobeo se inició en la noche del 29 de enero de 1879, cuando un grupo de canónigos encabezado por López Ferreiro, con el apoyo del cardenal Payá, halló, en el trasaltar, la tumba apostólica, oculta en aquel lugar desde los tiempos del arzobispo Sanclemente, en el siglo XVI. Tras este redescubrimiento de las reliquias del Apóstol Santiago el Mayor, certificados en 1884 por el Papa León X con la Bula Deus Omnipotens, el fenómeno jacobeo vivió un primer resurgir. Un renacimiento de las peregrinaciones que, en las últimas décadas del siglo XX, vinculado a la celebración de los años santos, vive una nueva etapa, tras las visitas papales de San Juan Pablo II y Benedicto XVI, y con decidido apoyo de las administraciones públicas.
Entre los años 2010 y 2020 en la catedral de Santiago se desarrolla una amplio programa de rehabilitación y restauración, todo ello, sin perder la esencia de un lugar que, a lo largo de sus mil doscientos años de historia, ha sido punto de referencia y acogida para millones de fieles y peregrinos.
Fachada del Obradoiro.
La fachada occidental de la Catedral medieval ha llegado a nuestros días a través de los dibujos realizados por Vega y Verdugo. En el siglo XVI se hacen las primeras reformas de la fachada y en los primeros años del XVII, Ginés Martínez hace la escalera renacentista por la que se accede a la Catedral.
En tiempos de Vega y Verdugo, en la segunda mitad del XVII se acometen diversas intervenciones en la fachada y· en las torres, aunque no será hasta 1738 cuando Fernando de Casas derribe la antigua fachada e inicie la construcción de la actual, caracterizada por sus grandes vanos y una gran riqueza decorativa e iconográfica, en la que participarían importantes artistas compostelanos de la época; enmarcada por las torres de las Campanas y de la Carraca, adquiriendo una estampa universalmente conocida.
Cabecera.
La Cabecera de la Catedral románica era una sucesión de capillas y puertas con apariencia irregular y asimétrica. Por ello, con la finalidad de ornamentar la cabecera y estructurar el espacio circundante, el Canónigo Vega y Verdugo proyecta un cierre para la Cabecera, trabajos que se prolongaron hasta el siglo XVIII. El resultado es un cierre ornamental de piedra, tras el que se encuentra buena parte de la estructura original, organizado en tres lienzos en los que se abren igual numero de puertas: la Puerta Real, la Puerta Santa y la de los Abades.
Fachada de la Azabachería.
Sustituyendo a la medieval Fachada del Paraíso, o Francígena, derribada en 1758, la de la Azabachería, proyectada por Lucas Ferro Caaveiro, se termina, por su discípulo Domingo Lois Monteagudo, en 1769, en estilo Neoclásico, aunque mantiene algunas fórmulas barrocas. Con la destrucción de la antigua fachada, algunas de sus obras se trasladaron a la de Platerías y otras se conservan en el Museo Catedral de Santiago. Al mismo tiempo que se construyó la nueva fachada, se reorganizó todo el espacio de la actual Plaza de la Inmaculada, con la fachada del Monasterio de San Martín Pinario y el nuevo Palacio Episcopal.
Fachada de las Platerías.
En el extremo sur del Crucero, se trata de la única fachada románica que queda de la Catedral, manteniendo su arquitectura original sin apenas transformaciones, a excepción de la incorporación de relieves procedentes de otras partes de la Catedral y la construcción a los lados de la Torre del Reloj y de la Fachada del Tesoro. Entre la sucesión de escenas que se representan en sus relieves, caben destacarse las correspondientes a la Vida de Cristo, ubicadas en los tímpanos: Epifanía, Flagelación, Coronación de Espinas, etc. En el del lado derecho y en el izquierdo, se narran las Tentaciones de Jesús en el desierto. Las diferencias entre los relieves indican la partícípacíón de distintos autores y la posibilidad de que se incorporaran a la fachada después del incendio de la Catedral de 1117. También destacan las escenas, colocadas sin orden aparente, del friso y de los extremos de la fachada. Algunas de estas obras proceden de la antigua Fachada del Paraíso (Norte), destruida en 1758. Santiago entre Cipreses, la Reprensión de Adán y Eva y, sobre todo, la imagen de David, del Maestro de Platerías, son algunas de las escenas más destacadas. Junto a la Fachada de Platerías se levanta la Torre del Reloj, concebida en el siglo XIV, sobre cuya base levantó Domingo de Andrade, en el barroco, la esbelta torre que alberga el reloj y las campanas.
Claustro.
El claustro plateresco es uno de los principales de España, obra de Juan de Álava y de Rodrigo Gil Hontañón, de 1521 a 1559. Actualmente se encuentra incluido en el recorrido del Museo Catedral de Santiago, al igual que varías de sus dependencias anejas, como la Biblioteca, la Sala Capitular o el tesoro y la Capilla de Reliquias.
El Botafumeiro.
El término en gallego "Botafumeiro" significa "el que echa humo" y se refiere al gran incensario existente en la Catedral compostelana. La primera referencia documental que se tiene del Botafumeiro es una anotación en una hoja del Códice Calíxtíno, en el que se le llama "Turíbulum Magnum". A lo largo de la historia hubo varios botafumeiros; actualmente hay dos ejemplares, uno en latón que data de 1851 y es obra de José Losada, sustituyó al robado durante la ocupación francesa y es el que se utiliza habitualmente. El segundo Botafumeiro es una réplica en plata del anterior y fue regalado al Apóstol por los Alféreces Provisionales en 1971. Únicamente se coloca en el crucero de la Catedral cuando funciona, guardándose habitualmente en la Biblioteca Capitular. El Botafumeiro se utiliza, o bien en las solemnidades litúrgicas de la Catedral, durante la procesión de entrada, o al finalizar la Eucaristía. Este gran incensario quiere simbolizar la verdadera actitud del creyente. Así como el humo del incienso
sube hacia lo más alto de las naves del templo, así también las oraciones de los peregrinos deben alzarse hacía el corazón de Dios. Y así como el aroma del incienso perfuma toda la basílica compostelana, de igual modo el cristiano, con sus virtudes y el testimonio de su vida, debe impregnar del buen olor de Cristo, la sociedad en la que vive.
El Pórtico de la Gloria.
El Rey Fernando II encarga, en 1168, al Maestro Mateo, la terminación de las obras de la Catedral compostelana, comprendiendo la construcción de los últimos tramos de las naves y el cierre occidental de la Basílica, para lo cual Mateo debe salvar el importante desnivel del terreno, lo que hace mediante la construcción de la Cripta del Pórtico; así como el Coro Pétreo que ocupaba los primeros tramos de la nave mayor. El Maestro Mateo, conjugando influencias francesas, italianas e hispanas, concibe el cierre occidental de la Catedral con un pórtico de granito policromado que, por sus características estilísticas, apunta a la transición al arte gótico: el Pórtico de la Gloria, obra cumbre del arte hispánico de su época. Según la inscripción que figura en ellos, los dinteles del Pórtico fueron colocados por el Maestro Mateo el día 1 de abril de 1188. En el Pórtico se desarrolla todo un programa iconográfico inspirado en el Apocalipsis, que ilustraría, de forma práctica y comprensible, a los fieles que acudieron a la Catedral.
Entre los años 1168 y 1211, el Maestro Mateo desarrolló un ambicioso proyecto en la catedral compostelana que supuso la conclusión del templo románico, iniciado hacia 1075 y, al mismo tiempo, su adaptación espacial y conceptual. El documento de concesión de una pensión vitalícia por parte
de Fernando II de Galicia y León, fechado el 23 de febrero de 1168 y la inscripción de los dinteles del Pórtico de la Gloria, de 1 de abril de 1188, donde se deja constancia que Mateo dirigió la obra "desde los cimientos", son las dos únicas referencias contemporáneas que existen sobre un personaje clave en la historia del arte que, sin embargo, mantiene un halo enigmático.
El Maestro Mateo también se habría representado a los pies del Pórtico de la Gloria, un retrato de humildad, inédito en su época, que ha sido "canonizado" popularmente adquiriendo el nombre de Santo dos Croques.
En el Pórtico de la Gloria, el Maestro Mateo desarrolló un complejo programa iconográfico de contenido apocalíptico y salvífico centrado en la visión de la Jerusalén celeste, completando la historia de la salvación del Hombre iniciada en las portadas laterales de la catedral románica.
El mensaje se inicia en la cripta del Pórtico, donde se representa el mundo terrenal, que necesita de los astros para iluminarse -en las claves de las bóvedas-, al contrario que la nueva Jerusalén, cuya luz es el Cordero -en la clave de la tribuna-.
El Pórtico se asienta directamente sobre una serie de animales, reales y fantásticos, procedentes del bestiario medieval, cada uno de ellos con su propio significado; serían los símbolos del mal oprimidos por la Gloria de Dios. Los arcos laterales carecen de tímpano; en el izquierdo, de compleja interpretación, se representaría el Pueblo de Israel, en la arquivolta superior, sujeto a la ley mosaica y, en la inferior, el descenso de Cristo al limbo. En el de la derecha, se representa el Juicio Final, con las cabezas de Cristo y San Miguel en la clave, separando los bienaventurados, que son conducidos a la Gloria y los condenados, que sufren tormento.
La Gloria del tímpano central está presidida por una imagen de Cristo en Majestad, rodeado por los cuatro evangelistas y el grupo de bienaventurados. En la parte inferior, se representan ángeles con instrumentos de la Pasión y, en la arquivolta, veinticuatro ancianos afinan sus instrumentos para tocar música celestial. El tímpano se sustenta sobre los dinteles, con la inscripción conmemorativa de su colocación en 1188 y un parteluz presidido por una imagen sedente de Santiago el mayor coronando la columna con el árbol de Jesé, la genealogía humana de Cristo que se completa con la divina en el capitel de la Trinidad.
En los laterales, se reparten una serie de estatuas-columna, con profetas a la izquierda y apóstoles a la derecha, que se continúan en la contrafachada y, también, en la desaparecida fachada exterior, de la que se conservan distintas piezas.
La individualización de los rostros y la complicidad entre los personajes del Pórtico de la Gloria, constituye una de las principales aportaciones del Maestro Mateo a la historia del arte.
Entre los años 2008 y 2018, el Pórtico de la Gloría se sometió a una profunda y compleja restauración, gracias al mecenazgo de la Fundación Barríé. Tras una fase de estudios previos sobre el estado de conservación y causas del deterioro de la obra, se procedió a las intervenciones sobre el conjunto, centradas, principalmente, en dos aspectos: corregir las filtraciones de humedad y la condensación en el Pórtico de la Gloría y recuperar la policromía original que se conservaba bajo el polvo y la suciedad. De este modo, se ha recuperado una obra cumbre del arte medieval, que ha recuperado parte de su esplendor, apreciándose restos de hasta tres capas de policromía completa y otros repintes parciales, desde la pintura original aplicada por el taller del Maestro Mateo hasta el barroco.
Lo delicado de la obra exige la aplicación de medidas de conservación preventiva que eviten un nuevo deterioro del Pórtico de la Gloría, motivo por el cual es preciso mantener unas condiciones estables de humedad y temperatura, así como limitar el número de personas que pueden estar, al mismo tiempo, en el entorno del conjunto.
Ante-Tesoro.
Vestíbulo con bóvedas nervadas que comunica el interior de la Catedral con la Capilla de Reliquias-Panteón Real, el Tesoro-Capilla de San Fernando y el Claustro. En él se exponen diversas piezas procedentes de ofrendas de peregrinación.
Tesoro.
Originalmente comunicado con la actual Sacristía, fue "capilla de las Reliquias" hasta que esta se trasladó, en 1611, a su ubicación actual. Durante el poco más de un siglo que tuvo esta función, las reliquias se encontraban en el Retablo-Caxonada, obra de Cornielles de Holcnda tque recientemente ha sido recuperado y colocado, en recuerdo de sus orígenes, en uno de los laterales de la Capilla. El Retablo, ahora musealizado, ha recuperado la función contenedora para la que fue creado, aunque mostrando una selección de piezas del Tesoro catedralicio, pues las que en su dia ocuparon sus vitrinas se exhiben, con otras muchas, en el actual retablo de Reliquias. En 1677 este espacio pasó a ser Capilla de San Fernando y se colocó la imagen del Santo, obra de Juan de Seoane, que preside el altar neorenacentista.
En los laterales del altar se hallan el Tríptico que Orense regaló, en 1953, al Cardenal Quiroga Palacios y el capelo cardenalicio y, en el otro lado, el Retablo de alabastro policromado con escenas de la vida de Santiago que, en 1456, regaló el Párroco de Chal, en la Isla de Wight, John Goodyear. El Tesoro es un espacio rectangular cubierto con bóvedas de crucería asentadas sobre ménsulas. En los lunetos se conservan pinturas murales de 1536, realizadas por Pedro Noble, representando la Ascensión y la Asunción; y en las hornacinas se muestran importantes piezas de la colección de orfebrería de la Catedral, como la Custodia Procesional, obra de Antonio de Arfe, o la Esclavina que hasta hace unos años vistió la imagen de Santiago que preside el altar mayor de la Basílica.
Sacristía.
A través de una portada plateresca que pertenece al conjunto claustral y se encuentra situada en el brazo suroeste del crucero se accede, en primer lugar al vestíbulo y, a continuación, a la Sacristía. En ambos espacios, de hermosas arquitecturas cubiertas con bóvedas de crucería, se encuentran algunos de los mejores ejemplos de la colección de pintura de la Catedral, con obras de Gregorio Ferro, García de Bouzas, etc.
Los órganos.
Ocupan la parte alta de los primeros tramos de la nave, sobre el espacio en el que se encontraba el Coro catedralicio. Fueron realizados entre los años 1705-1709 por Miguel de Romay y Antonio Alfonsín, condicionados por premisas y soluciones aportadas por Domingo de Andrade.
Puerta Santa o del Perdón.
Abierta en el siglo XVI en esta ubicación, la Puerta Santa únicamente se abre durante los Años Santos Compostelanos (aquellos en que la festividad de Santiago Apóstol se celebra en domingo). Flanqueada por dos imágenes procedentes del Coro Pétreo del Maestro Mateo, las hojas de bronce se colocaron en el Año Santo 2004, representando escenas de la vida de Santiago y de la peregrinación a Compostela.
Lauda de Teodomiro.
Obispo de Iría en el momento del descubrimiento de los restos del Apóstol, la lápida de Teodomiro apareció en las excavaciones arqueológicas realizadas en el brazo sur del crucero de la Catedral en el año 1955. La traducción de la inscripción es: "En este túmulo descansa el Siervo de Dios Teodomiro; Obispo de Iría Flavía que falleció en las XIII Calendas ne noviembre de la era DCCCLXXXV (20 de octubre de 847).
Baptisterio.
Situado en el ángulo sudeste de la planta de la Basílica, se trata de una gran pila prerrománíca en la que, según la tradición, abrevó el caballo de Almanzor en 997. Desde hace unos años, sobre el muro sur se ha instalado el Calvario gótico del antiguo trascoro de la Catedral.
Capilla de Alba.
Situada en el extremo noroeste del Claustro, desde el que se accede a ella, fue fundada en 1529 y destaca por su magnífico retablo, vinculado al taller del compostelano José Gambíno y con la segura partícípacíón de Ferreiro. Representa la Transfiguración y, para su parte baja, se reutilizaron imágenes del taller de Mateo de Prado de un retablo anterior.
Capilla de las Reliquias y Panteón Real.
Espacio abovedado con influencias del gótico burgalés, fue concebido originalmente para el Cabildo; en 1536 pasa a ser Panteón Real al trasladarse allí, desde la actual Capilla de Santa Catalina, los sepulcros reales de la corona leonesa y su familia. Remodelado en los primeros años del siglo XVII, en 1617 se convierte en Capilla de Reliquias presidida por un retablo manierista, de 1630, de Bernardo Cabrera y Gregorio Español que se perdió en un incendio en 1921. El actual retablo fue regalado por la emigración gallega en Cuba y realizado, en madera de cedro, en 1924 por Magariños. En él se exponen algunas de las piezas de orfebrería más significativas del patrimonio catedralicio.
Capilla del Cristo de Burgos.
También conocida por el nombre de su fundador, el Arzobispo Pedro Carrillo, que la encargó a Melchor de Velasco entre 1662 y 1664. Tiene planta de cruz griega y está presidida por el crucifijo que le da nombre, que data del siglo XVIII, que se incrusta en el retablo, obra de Bernardo Cabrera y Mateo de Prado. En uno de los laterales se encuentra el sepulcro del Arzobispo fundador, obra de Pedro del Valle.
Capilla de la Comunión.
En el espacio que ocupaba desde la primera mitad del siglo XV la Capilla de Nuestra Señora del Perdón, vinculada al Arzobispo Lope de Mendoza, se construyó, en 1769, la actual Capilla de la Comunión, patrocinada por el Arzobispo D. Bartolomé Rajoy y Losada, según proyecto arquitectónico de Miguel Ferro Caaveiro. A la capilla se accede a través de un nártex en el que se conserva la hermosa imagen gótica de la Virgen del Perdón. Se trata de una capilla de planta circular en la que ocho grandes columnas sustentan la cúpula en la que se abre un gran óculo que ilumina el espacio.
Capilla de Santa Catalina.
Situada junto a la puerta de la Azabachería, ocupa la ubicación original del Panteón Real, trasladado en 1536 a la actual Capilla de Reliquias-Panteón Real. Tras sucesivas reformas, el retablo que conserva es de finales del siglo XVIII.
Capilla de San Antonio.
Pequeña capilla situada junto a la Puerta de la Azabachería, su retablo es obra de Manuel de Leis, de 1729.
Capilla de San Andrés.
Capilla construida en 1674 siguiendo planes de Vega y Verdugo, su utilización inicial, al tener puerta al exterior, fue como cuarto de guardias. En 1695 pasa a ser Capilla de San Andrés. Su retablo mayor, de 1707, es obra de Fernández Espantoso.
Capilla de San Nicolás.
Desde el siglo XVII es vía de tránsito a la Capilla de la Corticela. Se trata de una de las pequeñas capillas absidiales de la catedral románica. Su realización se debe al Maestro Esteban, en 1105 y era la llamada "parroquia de extranjeros", pues era la primera capilla que los peregrinos se encontraban al acceder al interior de la Catedral. Actualmente pueden apreciarse diferentes elementos arquitectónicos originales.
Capilla de "Sancti Spiritus".
Capilla de alargada planta vinculada a la familia Moscoso, cuyas armas coronan la portada, es lugar de varios enterramientos, destacando el del Obispo Moscoso, enmarcado por pinturas murales del siglo XVI representando el "Descendimiento" y asentado sobre piezas trilobuladas relacionadas con el Maestro Mateo. El retablo barroco de la Soledad es el que cerraba el trascoro de la Catedral, retirado en 1945, presidido por una imagen de la Virgen realizada en taller madrileño de 1666.
Capilla de la Corticela.
Antigua fundación, del siglo IX, originalmente separada de la Catedral y actualmente unida por un corredor del siglo XVIII; la capilla fue reedificada en 1213 en relación con el taller del Maestro Mateo, destacando su portada, presidida por una Epifanía. Sustituyendo a la Capilla de San Nicolás, es la parroquia de extranjeros desde 1527.
Capilla de Prima.
Capilla proyectada por Juan de Álava y realizada, en 1523, por Jácome Fernández, ocupa dos tramos de la catedral románica. Su nombre se debe al de la Cofradía de Clérigos o de Capellanes de Coro, también llamados de la Inmaculada, a quien pertenece la capilla. Es el lugar del enterramiento de Domingo de Andrade. Se destaca su retablo, obra de Simón Rodríguez, presidido por una imagen de la Inmaculada obra de Cornielis de Holanda; y el relieve con el Descendimiento, de Diego de Sande.
Capilla de Santa Fe.
Capilla de planta poligonal con sucesión de arcos de medio punto en cada uno de sus tramos, también se conoce como "de San Bartolomé", por la fundación establecida en ella por el canónigo Rodríguez de Sotomayor en los primeros años del siglo XVI. Unos años más tarde, el maestrescuela Diego de Castilla, sobrino de Pedro I, que se entierra en un lateral de la capilla en una destacable arquitectura renacentista del Maestro Arnao. El retablo, renacentista, se relaciona con Juan de Álava. Está presidido por la Virgen del Buen Consejo, con Santiago y San Bartolomé a los lados.
Capilla de San Juan.
Capilla que, hasta 1917 fue sede parroquial dedicada a San Juan; su estructura románica fue modificada para ampliar la capilla, en su cabecera, en los siglos XVI y XVII. Por ello, entre la bóveda primitiva y la nueva que, con forma de venera, remata la ampliación, se abrió una linterna de formas propias del barroco compostelano, que se atribuye a Simón Rodríguez, enterrado en esta capilla y de quien también debe ser el retablo, en el que se representan escenas de la vida de San Juan y que fue modificado en 1917 con motivo de la colocación en su parte central de la imagen de Santa Susana, nombrada copatrona de la ciudad ese año, obra de Aniceto Marinas.
Capilla de los España o de Nuestra Señora La Blanca.
Capilla fundada por Juan de España a finales del siglo XIII, su estructura actual data del siglo XV, manteniendo al citado España como patrono junto a Nuestra Señora la Blanca, imagen barroca realizada por Gregorio Fernández en 1744, que preside el retablo neogótico, de 1906, realizado por Magariños. Sobre el arco de acceso a la capilla se encuentra una de las cruces de consagración de la Catedral, en 1211.
Capilla del Salvador.
La capilla central de la girola, en los capiteles de la entrada se pueden leer las inscripciones "Reinando el príncipe Alfonso se construyó esta obra" y "En tiempos del Obispo Diego se comenzó esta obra", fechadas en el año 1075. El retablo, de piedra policromada es obra de Juan de Álava y data del año 1532, presidiéndolo una imagen gótica del Salvador mostrando sus llagas. Esta capilla, que también recibe el nombre de "del rey de Francia", era en la que los antiguos peregrinos a Compostela podían confesarse en diferentes idiomas y recibir la Compostela.
Capilla de San Pedro.
Capilla que mantiene casi intacta su fábrica medieval, se encuentra situada junto a la Puerta Santa. Lugar de enterramiento de Dª Mencía de Andrade, que se hizo cargo de los gastos de la Capilla en 1571. De esta época destacan las pinturas murales, aparecidas tras una restauración en 1998 y el sepulcro de Dª Mencía, obra de Juan B. Celma. El retablo, de 1731, fue proyectado por Fernando de Casas, con la imagen de la Azucena en su hornacina principal, por lo que esta capilla también recibe este nombre.
Capilla de Mondragón.
Capilla fundada en 1521 por el Canónigo Juan de Mondragón, también es conocida como Capilla de la Piedad o de la Santa Cruz (pues su patronato depende del marquesado de Santa Cruz). Destaca el magnifico retablo que preside la capilla, obra sevillana del borgoñón Miguel Perrín, de 1526, realizado en terracota representando la Lamentación ante Cristo Muerto.
Capilla del Pilar.
Inicialmente concebida como nueva Sacristía de la Catedral, Domingo de Andrade inició su construcción en el espacio que hasta entonces ocupaban la Capilla de San Andrés y la de San Martín o San Fructuoso. Fernando de Casas sustituyó a Andrade en la dirección de las obras en 1711; y dos años después, el Arzobispo Monroy decidió cambiar la Sacristía por la Capilla del Pilar, asumiendo él los costes de las obras. En 1719, cuatro años después de la muerte de Monroy, cuyo enterramiento se encuentra en un lateral, finaliza la construcción de la nueva Capilla, cuya cuidada decoración no finaliza hasta 1723. La capilla destaca por su riqueza ornamental y de materiales, utilizándose mármoles y jaspes; especialmente en su retablo, realizado por Miguel de Romay y presidido por la Aparición de la Virgen del Pilar al Apóstol Santiago, las cajoneras de madera nobles que rodean la capilla y la cúpula octogonal con decoración jacobea y heráldica.
Capilla Mayor.
Aunque con abundantes modificaciones que se le han ido realizando a lo largo de los siglos, la Capilla Mayor de la Catedral mantiene su estructura románica esencial, condicionada por la ubicación, en la parte inferior, de la Tumba de Santiago Apóstol. En la actualidad la Capilla Mayor está protagonizada por dos elementos principales:
-En platal barroco realizado por el salmantino Juan de Figueroa en los años finales del siglo XVII gracias al mecenazgo del Arzobispo Monroy. El conjunto enmarca la imagen pétrea de Santiago Sedente, obra del taller del Maestro Mateo de los primeros años del siglo XIII, revestido con la esclavina de plata, al que los peregrinos y fieles abrazan accediendo por las escaleras situadas en la girola.
-El Baldaquino, sustentado por ángeles, es obra de Domingo de Andrade según los deseos de Vega y Verdugo. En el crucero, en el acceso a la Capilla Mayor, se encuentran los púlpitos de bronce, obra de Juan Bautista Celma.
El Apóstol Santiago.
El Apóstol Santiago el Mayor es uno de los doce discípulos de Jesucristo. Hermano de Juan, el Evangelista, es hijo de Zebedeo y María Salomé. Juntamente con Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados que fueron admitidos por Jesús a los momentos importantes de su vida, como su agonía en el huerto de Getsemaní y en el acontecimiento de la Transfiguración. Según los Hechos de los Apóstoles, Santiago fue el primer Apóstol martirizado, degollado por orden de Herodes Agripa hacia el año 43 en Jerusalén. La tradición relata como su cuerpo es trasladado por mar hasta tierras gallegas, siendo enterrado en un bosque, donde hoy se levanta la Catedral.
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Catedral de Santiago desde el Parque Alameda. |
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