Historia.
Hablar del primer
templo tudense es hablar de la ciudad de Tui. Es hablar de historia y tradición
ya que, situada en lo alto de la colina rocosa donde se halla junto al paso del
caudaloso río Miño y su carácter de frontera con Portugal, la Catedral ha sido
testigo del devenir histórico de este pueblo a lo largo de los siglos.
Debemos buscar los
antecedentes de esta magna construcción en la primitiva basílica paleocristiana
de los siglos V-VI, en tiempos del Reino Suevo, si bien los registros
arqueológicos advierten una ocupación del espacio ininterrumpida desde tiempos
prerromanos. De nombre Castellum Tyde, la ciudad era cabeza de la comarca de
los Grovios, perteneciente al Conventus Bracarensis; en los siglos siguientes
se convirtió en un centro de especial relevancia, punto clave para el comercio
y sede de monarcas y poderosos nobles, desarrollándose principalmente una
intensa actividad comercial en su puerto hacia el siglo XV. E incluso, se
documenta de forma fehaciente la presencia de dos sinagogas de la importante
colonia judía durante la Edad Media.
El edificio
catedralicio actual comenzó a tomar forma a lo largo del siglo XII tras los
convulsos períodos de invasiones sarracenas y normandas cuando la ciudad es
erigida nuevamente como sede episcopal. Es entonces cuando los obispos, con el
apoyo de reyes y nobles, impulsan la construcción del templo consiguiendo para
este fin numerosos privilegios y concesiones. La presencia de murallas y
fortificaciones denotan el carácter defensivo de la ciudad, dada su importancia
estratégica como cruce y confluencia de caminos.
El
Claustro.
El origen de la palabra
“claustro” debemos buscarlo en el vocablo latino “claudere” cuyo significado es
“cerrar”. Y esta era la función primitiva de los claustros: espacios cerrados
en torno a los cuales se disponían una serie de dependencias de variada índole:
tales como administrativas, funerarias, de meditación…
En el caso de la
Catedral de Tui, el claustro destaca, además de por su imponente construcción
por ser el lugar en el que se encuentra ubicada la colección epigráfica y
heráldica del conjunto catedralicio (cuyas piezas más antiguas se remontan a
época visigoda) y porque, en sus inmediaciones, también se encuentra la Sala
Capitular Románica del siglo XII, es decir, la primitiva sala de reunión de los
canónigos del primer templo de la ciudad, con un marcado carácter medieval en
su trazado y en la composición pétrea de su arquitectura.
Sus galerías están
formadas por grandes arcos apuntados de descarga que cobijan en su interior a
otros dos de dimensiones más reducidas sostenidos por finas columnas de
capiteles florales dobles.
Es de apreciar la
conservación del claustro tudense, que tiene la particularidad de ser el más
antiguo de la comunidad gallega. De gran belleza y armonía, data de la primera
mitad del siglo XIII, destacando su trazado siguiendo la influencia
cisterciense quizá del cercano monasterio de Santa María de Oia.
El
Coro.
Unos de los espacios
más característicos de todas las catedrales es el destinado al coro que,
tradicionalmente, se ha venido situando en el espacio central de la nave
principal, frente al altar mayor.
En algunas catedrales,
las recientes reformas litúrgicas aconsejaron el traslado de los elementos del
coro a otros espacios, con una finalidad puramente catequética, dejando libre
el espacio para acoger al todo el pueblo de Dios reunido frente al Altar para
participar la Eucaristía. Es por esta razón que el coro de la catedral tudense
se halla situado en la Capilla Mayor, aunque, bajo los órganos, se encuentran
sendas hileras con parte de la sillería que realizara el maestro Castro Canseco
a finales del XVII. En dicha sillería se representa con excepcionales relieves
tallados sobre la madera las efigies de diversos santos, muchos de ellos muy
prodigados en las devociones gallegas, y escenas de la Virgen María que
acentúan el carácter mariano de este templo.
El espacio del coro
estaba destinado a aquellos clérigos que formaban parte de él para realizar los
cantos y los oficios divinos.
Portada
Norte.
En contraposición a la
fachada occidental, también llamada Occidental, se encuentra la Portada Norte o
de San Epitacio, haciendo referencia al primer obispo de la diócesis y de la
ciudad de Tui cuya imagen es apreciable colocada sobre un primitivo capitel de
época prerrománica.
La Portada Norte
constituye la principal expresión del arte románico en la catedral tudense,
fundamentalmente por la originalidad de la disposición de los tres arcos de
descarga combinándose, dando como resultado un aspecto exterior único en el
arte gallego, a pesar de la sobriedad de las columnas que flanquean la puerta y
la ausencia decorativa del tímpano.
Todo el conjunto queda
rematado en la parte superior por un rosetón de motivos florales.
Portada
Principal.
Una de las principales
características de la Catedral de Tui es su portada principal, también conocida
como Portada Occidental, en tanto la hace única e identificativa del espacio
sacro al que sirve de antesala. En ella luce, en todo su apogeo, el gótico de
esta catedral.
Dicha portada
constituye todo un programa iconográfico cuya característica más destacada es
su finalidad didáctica y catequética. Podemos afirmar, no en vano, que se trata
de un soberbio retablo exterior en el que la vida de la Virgen María y su
importancia en la Historia de la Salvación se expone de forma rotunda plasmada
en la calidad artística de la portada.o en la portada.
Todo este conjunto se
encuentra cubierto por un pórtico de arcos apuntados a modo de templete
almenado fechado en el siglo XIII. Esta fachada principal es un resumen de la
historia de la Catedral, pues contiene elementos decorativos que datan de
diferentes épocas. Terminada hacia 1225, es posible apreciar la valía es las
estatuas-columnas que flanquean la puerta de acceso ilustradas con las imágenes
de reyes y profetas que dan paso a la lectura en el tímpano de un completo
conjunto ilustrativo dividido en varios cuerpos perfectamente diferenciados, en
el que destacan temas como el nacimiento de Cristo, la Adoración de los Magos,
una curiosa representación de la Jerusalén Celeste, etc.
Timbrando las puertas,
realizadas en madera en el siglo XVIII, se encuentra una bella representación
de la Asunción de la Virgen, titular de este principal templo tudense.
La obra escultórica, de
notable valía, se atribuye en su ejecución a artistas provenientes de Francia
que llegaron hasta Tui bajo el patrocinio del monarca leonés Alfonso IX, el
cual queda reflejado.
Retablo
de la Expectación.
El arte sacro se vale
de multitud de recursos didácticos para transmitir a los fieles todos aquellos
mensajes que la simple lectura es incapaz de asimilar, de ahí la riqueza
sublime de la decoración profusa y atrevida del arte religioso, en general, y
del arte barroco, en particular.
Prueba de ello es este
retablo de la Expectación de la Santísima Virgen, el más sobresaliente de los
existentes en este artístico templo. La Virgen es representada encinta,
apoyando la mano sobre el fruto de su vientre. Este magnífico retablo se debe a
la gubia del maestro de Redondela Antonio del Villar, durante el siglo XVIII.
La imagen de la Virgen es anterior.
Todo el conjunto está
flanqueado de hornacinas con representaciones hagiográficas y medallones con
escenas de la historia de la Salvación, constituyendo un deleite visual para
los sentidos pleno de carga histórica y simbólica que es posible conocer, al
igual que todo el conjunto catedralicio, in situ.
Sala
Capitular.
Si exteriormente, es la
Portada de San Epitacio el principal vestigio románico de la Catedral de Tui,
en el interior, sin duda uno de los espacios más representativos de dicha etapa
artística es la Sala Capitular del siglo XII, situada en las inmediaciones del
claustro catedralicio, conjuntamente con el cual es recomendable su
apreciación.
Es posible imaginar,
allá por sus primeros días, cómo los canónigos de la Catedral podían sentir la
protección y el cobijo que la fuerte y sólida estructura pétrea de la fábrica
les proporcionaba. En dicha sala tenían lugar los “capítulos”, es decir, las
reuniones de los canónigos para deliberar determinadas cuestiones relacionadas
con sus menesteres, y, seguramente, el espacio fuese concebido en determinados
momentos también como lugar de meditación y estudio, a modo de aula.
En ella hoy, además de
la estructura que por sí denota su antigüedad y el paso de los siglos, se
pueden observar piezas interesantísimas procedentes de varios rincones del
conjunto catedralicio y pertenecientes a diferentes épocas.
Capilla
de las Reliquias.
Aunque su nombre es
Capilla de San Telmo, es comúnmente denominada Capilla de las Reliquias en
alusión a la cantidad (y a calidad) de las reliquias que en ella se encuentran
custodiadas de forma permanente para veneración de los fieles. Este espacio
sacro se erige en uno de los más característicos de la catedral tudense, al
tiempo que supone uno de sus rasgos más distintivos. No en vano, la existencia
de reliquias entronca con la fuerte tradición medieval de las iglesias de
peregrinación más relevantes.
Su marcado carácter
renacentista atestigua la fecha de su construcción a lo largo del siglo XVI
impulsada por el obispo Torquemada cuya heráldica aparece representada en la
clave del arcosolio de su sepultura, situada a la entrada de la capilla.
Merecen especial
atención la bóveda nervada con pinjantes en sus intersecciones, e igualmente el
llamativo altar-relicario que cubre el muro central presidido por la imagen del
patrón de la ciudad, San Pedro González Telmo, cuyas reliquias se custodian en
esta capilla junto a otras guardadas en los diversos armarios y compartimentos
que conforman el retablo, realizado en el siglo XVIII en madera sobredorada.
Por la festividad de
San Telmo, son expuestas las reliquias para veneración de los fieles y devotos.
Órganos
de la Catedral.
Nos dice San Agustín,
padre y doctor de la Iglesia que “quien canta, dos veces reza”. La
contemplación en detalle de los soberbios órganos barrocos de la Catedral de
Tui, realizados en el siglo XVIII y rematados por las imágenes de San Telmo y
Santiago Apóstol, nos hará comprender cómo la música es también una forma de
arte y, en un espacio sacro de primera magnitud como es esta catedral, también
una forma de honrar a Dios. Por tanto, la música forma parte también del
inconmensurable patrimonio eclesiástico.
Museo
Catedralicio.
La primera apreciación
al entrar en el Museo Catedralicio es sin duda contemplar cómo tal cantidad de
objetos artísticos, tan ricos y variados, hacen de esta primitiva capilla de
Santa Catalina un espacio interesantísimo que no dejará indiferente a ningún
visitante.
La calidad artística de
los retablos, la valía de las piezas que en sus vitrinas se conservan y el
preciosismo de los detalles de las mismas conforman este espacio de la Catedral
Tudense como uno de los más característicos del primer templo de la ciudad, en
el que la historia y el arte se dan cita en tiempo y forma para mostrar
generosamente el patrimonio tan rico que los siglos han legado a esta conocida
catedral gallega.
Como hemos dicho al
principio, el Museo Catedralicio se encuentra ubicado en la conocida como
Capilla de Santa Catalina, santa que preside el retablo principal flanqueada
por diversos santos fruto de la devoción del obispo impulsor de este espacio
sacro: Fray Anselmo Gómez de la Torre, quien en el siglo XVIII la reformó
dotándola de mayor altura, dejando constancia de este hecho en sus escudos de
armas.
Es en esta capilla
donde se encuentran expuestas las diferentes piezas artísticas que conforman el
Tesoro de la Catedral, tales como la rica colección de cálices y vasos sagrados
(entre los que destacan los llamados “de Coco” y de “Los Evangelistas); una
custodia procesional del siglo XVII profusamente decorada y de gran valía y una
bella imagen sedente de la Virgen con el Niño, de marcados rasgos medievales,
conocida como “La Patrona” o el conocido y antiguo Facistol del Coro, por citar
algunos ejemplos sobresalientes.
Cabe destacar que,
algunas de las piezas artísticas custodiadas en esta capilla-museo, por la
calidad de su hechura y su valía histórica, estuvieron presentes en la
Exposición Universal de Barcelona del año 1929 y en la exposición Galicia no
Tempo que tuvo lugar en 1991.
Otros:
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Fortaleza de Valença desde el mirador de la Catedral
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