Nota: las fotos propias están al final del artículo.
El Monasterio de San Lorenzo de El
Escorial es un complejo que incluye un palacio real, una basílica, un panteón,
una biblioteca y un monasterio. Se encuentra en la localidad de San Lorenzo de
El Escorial, en la Comunidad de Madrid, España, y fue construido entre 1563 y
1584.
El palacio fue residencia de la Familia
Real Española, la basílica es lugar de sepultura de los reyes de España y el
monasterio –fundado por monjes de la Orden de San Jerónimo– está ocupado
actualmente por frailes de la Orden de San Agustín. Es una de las más
singulares arquitecturas renacentistas de España y de Europa. Situado en San
Lorenzo de El Escorial, ocupa una superficie de 33.327 m², sobre la ladera
meridional del monte Abantos, a 1028 m de altitud, en la Sierra de Guadarrama.
Está gestionado por Patrimonio Nacional.
Conocido también como Monasterio de San
Lorenzo El Real, o, sencillamente, El Escorial, fue ideado en la segunda mitad
del siglo XVI por el rey Felipe II y su arquitecto Juan Bautista de Toledo,
aunque posteriormente intervinieron Juan de Herrera, Juan de Minjares, Giovanni
Battista Castello El Bergamasco y Francisco de Mora. El rey concibió un gran
complejo multifuncional, monacal y palaciego que, plasmado por Juan Bautista de
Toledo según el paradigma de la Traza Universal, dio origen al estilo
herreriano.
Fue considerado, desde finales del siglo
XVI, la Octava Maravilla del Mundo, tanto por su tamaño y complejidad funcional
como por su enorme valor simbólico. Su arquitectura marcó el paso del
plateresco renacentista al clasicismo desornamentado. Obra ingente, de gran
monumentalidad, es también un receptáculo de las demás artes.
Sus pinturas, esculturas, cantorales,
pergaminos, ornamentos litúrgicos y demás objetos suntuarios, sacros y áulicos
hacen que El Escorial sea también un museo. Su compleja iconografía e
iconología ha merecido las más variadas interpretaciones de historiadores,
admiradores y críticos. El Escorial es la cristalización de las ideas y de la
voluntad de su impulsor, el rey Felipe II, un príncipe renacentista.
Cronología
del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
·
1557.
Victoria sobre los franceses en la batalla de San Quintín.
·
1558.
El emperador Carlos V muere en Yuste, cambiando en su testamento su deseo de
ser enterrado en Granada por la petición a su hijo de crear un edificio ex novo
para su tumba, en un lugar diferente a sus padres y abuelos. Felipe II designó
una comisión multidisciplinar (médicos, arquitectos, canteros, etc.) para
buscar el emplazamiento más idóneo en la Sierra de Guadarrama, el centro
geográfico de la Península Ibérica.
·
1559.
El 15 de julio el rey nombró arquitecto real a Juan Bautista de Toledo desde
Gante y le encomendó la dirección de todas las obras de la Corona.
·
1560.
La comisión busca alternativas para el emplazamiento del monasterio, barajando
entre otras localizaciones Guisando, Aranjuez, Manzanares y la Alberquilla y la
Fresneda, en las cercanías de El Escorial. En noviembre se elige el
emplazamiento actual, a apenas 50 kilómetros de Madrid, en las inmediaciones de
la Fuente de Blasco Sancho, próxima a El Escorial —entonces una pequeña aldea
de la Comunidad de Villa y Tierra de Segovia— para construir el edificio. El
paraje disponía de abundante caza y leña, aire y aguas de buena calidad y
canteras de granito y pizarra en las proximidades.
·
1561.
Este año fue clave para la historia de El Escorial:
·
El
monarca trasladó la capital de España desde Toledo a Madrid.
·
Encomendó
el Monasterio de El Escorial a los monjes jerónimos. Tradicionalmente, la
monarquía hispánica había estado muy vinculada a esta Orden religiosa.
·
Juan
Bautista de Toledo empieza el diseño general del Monasterio: la conocida como
la «Traza Universal».
·
1562.
Felipe II comenzó a adquirir los terrenos colindantes para hacer del entorno
del Monasterio un híbrido de territorio de realengo y abadengo, donde se
pudieran compatibilizar los usos recreativos, agropecuarios y cinegéticos.
·
1563.
En febrero se sumaron al proyecto, en calidad de adjuntos, Juan de Herrera y
Juan de Valencia. El 23 de abril, festividad de San Jorge, se colocó la primera
piedra del Monasterio, en los cimientos del refectorio del convento, bajo la silla
del Prior, en la fachada meridional.
·
1567.
Felipe II firmó el 22 de abril la Carta de Fundación y Dotación del Monasterio
de San Lorenzo de El Escorial. Pocos días después, el 19 de mayo, tras la
finalización de la fachada del Jardín de los Frailes, gran parte de las
dependencias del Monasterio y el Patio de los Evangelistas, moría Juan Bautista
de Toledo.
·
Entre
1567 y 1569, la dirección del proyecto palaciego y monacal quedaba en manos de
Giovanni Battista Castello El Bergamasco, autor de la escalera principal.
·
1572.
Juan de Herrera, con un protagonismo cada vez más creciente, asumió la
reorganización del proyecto.
·
1575.
El maestro cantero cántabro Juan de Nates colaboró junto a Diego de Sisniega y
Francisco del Río en las obras.
·
1576.
Herrera fue designado aposentador real, trazador principal, matemático e
ingeniero de las obras de la Corona, incluidas las del Monasterio. A partir de
la Traza Universal diseñada por Juan Bautista de Toledo, planteó soluciones
que, como explicó en 1966 el arquitecto Fernando Chueca Goitia, tendían hacia
la simplificación y geometrización del edificio. Las principales variaciones
sobre la solución original fueron la construcción de una planta más en la
fachada principal, que regularizaba la primera solución escalonada, la
reducción del número de torres de sus fachadas y el cierre del Patio de Reyes
con la "doble fachada" de la iglesia, donde se situó la Biblioteca
Real.
·
1584.
Se colocan en la portada de la Basílica las estatuas de David y Salomón. El 13
de septiembre se dieron por finalizadas oficialmente las obras, bajo la
dirección de Francisco de Mora, a pesar de no estar concluida la Real Basílica.
Esta se culminó en 1586 después de once años de construcción.
·
1814.
Superados los avatares de la Guerra de la Independencia, que supuso para el
Monasterio el saqueo y la exclaustración, regresan los monjes de la Orden
Jerónima. Con el restablecimiento de la Constitución de 1812 y el arranque del
Trienio Liberal, vuelven a abandonar el Monasterio la mayoría de los monjes
entre 1820 y 1824. El 1 de diciembre de 1837 parten los 150 monjes jerónimos
tras entrar en vigor las leyes desamortizadoras de los bienes eclesiásticos.
Posteriormente, tras un fallido intento de restauración, se crea un patronato
de capellanes seculares.
·
1885.
Luego de dos intervalos en que lo ocuparon los Padres Escolapios (desde 1869 el
Colegio, y entre 1872 y 1875 la custodia completa del Monasterio) y otra vez
los capellanes seculares, el rey Alfonso XII hace entrega del Monasterio a la
Orden de San Agustín. Los Agustinos viven en el Monasterio hasta la actualidad.
Las
causas fundacionales
"...nadie
ve El Escorial sin llenarse de gloria, de orgullo nacional (...), él recuerda
el poder, la riqueza, la civilización, los vastos conocimientos e influjo de
esta gran nación en el siglo XVI (..), él excita la admiración y aun la envidia
de las Naciones extranjeras." (José Quevedo).
El Monasterio de San Lorenzo de El
Escorial fue promovido por Felipe II, entre otras razones, para conmemorar su
victoria en la batalla de San Quintín, el 10 de agosto de 1557, festividad de
San Lorenzo. Esta batalla marcó el inicio del proceso de planificación que
culminó con la colocación de la primera piedra el 23 de abril de 1563, bajo la
dirección de Juan Bautista de Toledo. Le sucedió tras su muerte, en 1567, el
italiano Giovanni Battista Castello El Bergamasco y, posteriormente, su
discípulo Juan de Herrera. La última piedra se puso 21 años después, el 13 de
septiembre de 1584.
El edificio surge por la necesidad de
crear un monasterio que asegurase el culto en torno a un panteón familiar de
nueva creación, para así poder dar cumplimiento al último testamento de Carlos
V de 1558. El Emperador quiso enterrarse con su esposa Isabel de Portugal y con
su nueva dinastía alejado de los habituales lugares de entierro de los
Trastamara.
La Carta de Fundación, firmada por
Felipe II el 22 de abril de 1567, cuatro años después del comienzo de las
obras, señalaba que el Monasterio estaba dedicado a San Lorenzo, pero sin
señalar directamente la batalla de San Quintín, probablemente para evitar citar
una guerra como motivo de fundación de un edificio religioso: se «fundó a
devoción y en nombre del bienaventurado Sact Lorenzo por la particular
devoción» al santo del rey y «en memoria de la merced y victorial que en el día
de su festividad de Dios comenzamos a recibir». Las «consideraciones» que cita
el rey fueron el agradecimiento a Dios por los beneficios obtenidos, por
mantener sus Reinos dentro de la fe cristiana en paz y justicia, para dar culto
a Dios, para enterrarse en «una cripta» el propio rey, sus mujeres, hermanos,
padres, tías y sucesores, y donde se dieran continuas oraciones por sus almas:
Reconocimiento de los «muchos y grandes
beneficios que de Dios nuestro Señor habemos rescibido» y «cuánto Él ha servido
de encaminar y guiar los nuestros hechos, e los nuestros negocios a su santo
servicio».
Por «sostener y mantener estos nuestros
Reinos es su sancta Fee y Religión, y en paz y en justicia».
Porque a Dios le agrada que le edifiquen
y funden iglesias «donde su sancto nombre se bendice y alaba» y donde los
religiosos den ejemplo de fe.
Para que «se ruega e interceda Dios
Nuestro Señor por Nos e por los reyes nuestros antecesores e subcesores, e por
el bien de nuestras ánimas», según la orden dada por el Emperador «en el
cobdecilo que últimamente hizo nos cometió y remitió lo que tocaba a su
sepultura y al lugar y parte donde su cuerpo y el de la Emperatriz y Reina, mi
señora y madre, había de ser puestos y colocados».
Y para que «por sus ánimas se hagan y
digan continuas oraciones, sacrificios, conmemoraciones e memorias.
En resumen, el rey buscó darle a Dios
una casa donde alabarle y agradecerle su intervención en San Quintín,
intercediendo de paso por sus familiares. Felipe II no quería una iglesia para
los fieles, quería darle a Dios una morada bajo la cual enterrar a su extensa
familia. Tampoco se pueden desdeñar otras razones para fundar el Monasterio,
como la celebración de la primera victoria de Felipe II como rey, la afrenta
que la mención a la Batalla de San Quintín -que se libró a apenas ciento
cincuenta kilómetros de París- suponía hacia Francia, la veneración al mártir
español San Lorenzo, en unos tiempos en los que la Reforma atacaba el culto a
los santos y a las reliquias, o la necesidad de crear un centro unificador de
la nueva fe que surgía del Concilio de Trento.
Orígenes
de su planta
En julio de 1559 Juan Bautista de Toledo
fue llamado a España por Felipe II para realizar toda una serie de obras de gran
importancia para la realeza española. Una realeza que tendrá a partir de ahora
una nueva concepción del estado moderno y para la que será necesaria la
creación de un nuevo edificio que la representara. Juan Bautista será
considerado el primer arquitecto del Monasterio de El Escorial y sus trazas
sentarán las bases de lo que posteriormente será el lenguaje herreriano.
Las medidas del rectángulo de la planta,
según señalaba el padre Sigüenza en 1605, son de 735x580 pies castellanos, es
decir, 205x162 metros. La altura total del punto más elevado de la cruz tomada
con respecto al pavimento de la iglesia es de 95 metros.
Las
primeras trazas
En primera instancia se observa que las
primeras trazas que se conservan de Juan Bautista de Toledo proponían un edificio
con una imagen muy diferente al que se construyó definitivamente: torres en la
mitad de la fachadas laterales (las huellas de la Torre de la Biblioteca aún
son visibles en la fachada que da al Jardín, ya que se construyó en vida de
Juan Bautista) y dos torres más en la portada principal, donde el Patio de
Reyes quedaba abierto y dejaba ver en el fondo la portada de la Basílica.
Sabemos por la documentación que se conserva de los priores del convento que al
principio se preveían solo cincuenta monjes en lugar de los cien finales, por
lo que el proyecto original tenía una altura menos en la parte delantera.
En cuanto a la planta de la iglesia, el
diseño se resolvía con unas naves de menores dimensiones que las actuales,
rematadas con una capilla de ábside semicircular. No estando contento Felipe II
con esta solución hará llamar a Francesco Paciotto que le aconsejará al monarca
que el templo tenga el ábside plano. Finalmente el artífice de la solución
definitiva fue Juan de Herrera, que construyó un templo cuadrado basado en la
planta del Vaticano sobrepuesto a una planta basilical tradicional con el altar
al final de la nave principal. A Herrera también se debe la imagen unitaria de
las fachadas con menos torres y sin escalonamiento, lo que contribuyó a la
potente imagen final del edificio.
La planta definitiva del edificio, con
solo cuatro torres en las esquinas y el Palacio Real haciendo de «mango»,
recuerda la forma de una parrilla, por lo que tradicionalmente se ha afirmado
que se escogió esta traza en honor a San Lorenzo, martirizado en Roma en una
parrilla, ya que el 10 de agosto de 1557, día de la festividad del santo, tuvo
lugar la batalla de San Quintín. De ahí el nombre del conjunto y de la localidad
creada a su alrededor.
Antecedentes
monásticos
Fernando Chueca Goitia explicó la
disposición general del edificio dando gran importancia a la comprobada
intervención de la orden jerónima en las primeras trazas de la obra, de la que
resultaría el núcleo conventual de la iglesia y el claustro principal. La
principal contribución de Juan Bautista de Toledo habría sido añadir los
palacios privados y públicos, integrándolos en un esquema simétrico, mucho más
propio del Renacimiento. Este primer esquema de palacio real adosado a un
monasterio era costumbre entre los monarcas hispanos medievales, y lo utilizaron
en los monasterios que usaban para retiros, lutos y descansos. Podemos
encontrar muchos antecedentes, como Santo Tomás de Ávila, Guadalupe, Poblet,
Santa Creus o Yuste, entre muchos otros.
El
Escorial y el Templo de Salomón
En realidad el origen arquitectónico de
su planta es muy controvertido. Dejando a un lado la feliz casualidad de la
parrilla, que no apareció hasta que Herrera cerró la fachada principal con la
«falsa fachada» de la biblioteca y eliminó seis de las torres, la planta parece
estar basada más bien en las descripciones del Templo de Salomón de la Biblia y
del historiador judeo-romano Flavio Josefo.3 Esta idea debió ser modificada por
las crecientes necesidades del convento y las funciones que Felipe II quiso que
albergara el edificio (panteón, basílica, convento, colegio, biblioteca y
palacio), por lo que hubo que duplicar las dimensiones iniciales del proyecto.
Las estatuas de David y Salomón flanquean la entrada a la basílica recordando
el paralelismo con el guerrero Carlos V y el prudente Felipe II. Del mismo
modo, se pintan dos frescos de Salomón en el centro de las bóvedas de la
Biblioteca y de la Celda del Prior, mostrando sus imágenes de mayor sabiduría y
prudencia en el gobierno: el famoso episodio de la discusión con la Reina de
Saba y la pelea de las dos madres por el hijo, al que Salomón propone partir en
dos.
La idea de evocar el Templo de Jerusalén
no fue por tanto la principal, como hemos visto al enumerar las causas
fundacionales, pero tampoco fue una decisión arbitraria o simplemente estética.
Fue el modelo arquitectónico usado como idea del proyecto, dado que señalaba al
Templo como Domus Dei, la Casa de Dios. La imponente estatua de Salomón en el
centro de la portada de la Iglesia deja claro la ortodoxia de la idea y el
gusto de Felipe II por el Antiguo Testamento. El rey nunca hubiera consentido
frivolidades o insinuaciones sobre la tumba de su padre sin una base real.
Muchos autores, siguiendo un famoso
artículo de René Taylor, han buscado connotaciones ocultistas y mágicas en la
comparación con el edificio bíblico, lo que parece difícil dado la inflexible
religiosidad de Felipe II. Además, las connotaciones esotéricas del Templo de
Salomón no aparecieron hasta dos siglos después, con la aparición de la
masonería. La teoría más aceptada en la actualidad es la de que la similitud
con el Templo de Jerusalén y la presencia de las estatuas de David y Salomón en
su fachada buscaban subrayar la presencia real de Dios en la Eucaristía, idea
negada por los protestantes y defendida en el Concilio de Trento. Recordemos
que para la Reforma dicha presencia es meramente simbólica, ya que niegan que
Dios esté presente en las hostias consagradas. También es muy posible que, como
hizo Juan Bautista Villalpando a finales del XVI, se buscara dotar de un trasfondo
bíblico a las ideas del Humanismo sobre la recuperación de la arquitectura
pagana y las ideas sobre la modulación de Vitrubio, ya que el Templo de
Jerusalén que describió Flavio Josefo se construyó durante la dominación romana
de Judea.
La
arquitectura del Monasterio de El Escorial
El resultado final guarda
reminiscencencias de los tres dominios que Felipe II había aprendido a amar en
su juventud en Valladolid, Milán y Bruselas: la planta rectangular con sus
cuatro torres en las esquinas, habitual en los sobrios alcázares castellanos de
piedra, la arquitectura clásica italiana en la basílica y las portadas, y los
típicos tejados apizarrados flamencos, elaborados en este caso utilizando
pizarra de las canteras de Bernardos (Segovia), cuya explotación se inició por
orden de Felipe II para la construcción del edificio.
El Monasterio destaca por la potencia de
su imagen, la sabia composición de su complejo programa funcional, el rigor
arquitectónico de cada una de sus partes, la elegancia de la articulación
arquitectónica entre las distintas piezas, la cuidada perfección de sus
proporciones y sus ricos valores simbólicos. Debe destacarse también su
impresionante unidad de estilo y el haberse realizado en el reducido plazo para
entonces de 21 años. Los valores del proyecto son el orden, la jerarquización y
la perfecta relación entre todas las partes de la composición, integrando
monarquía, religión, ciencia y cultura en el eje principal: la Portada
Principal con la estatua de San Lorenzo, la Biblioteca, los Reyes de Judá, la
Basílica y el Palacio privado del rey. La teatralidad de este recorrido a
través de este gran eje central para mostrar finalmente el Sagrario con la
Eucaristía anticipa a la llegada del Barroco.
El estilo escogido fue el del
Renacimiento, muy depurado y sin la profusa decoración plateresca. El orden
arquitectónico predominante es el toscano, el más sencillo del clasicismo, y el
dórico en la iglesia. Pese a su austeridad y aparente frialdad, el Monasterio
de El Escorial fue un símbolo del salto entre una España medieval y otra
moderna. Su arquitectura, el mejor ejemplo del Renacimiento español y modelo
del estilo denominado "Herreriano" o "desornamentado", no
puede dejarnos indiferente. Felipe II y sus arquitectos, de acuerdo con su gran
cultura humanista aprendida en sus viajes por Italia, Alemania y los Países
Bajos, contrapusieron el retorno al clasicismo romano al desbordante plateresco
de la época. Se trata de una de las principales obras maestras de la
arquitectura española, tal vez su página más brillante. Debe destacarse la fina
sensibilidad de la fachada sur, superior a sus imitaciones del siglo XX en un
tema tan difícil como es la repetición de tantas ventanas en un único lienzo.
Le Corbusier visitó el edificio,
invitado en 1928 por García Mercadal y alabó su arquitectura, hasta el punto de
que se ha señalado su semejanza con el proyecto del Mundaneum de 1929. Tras la
celebración del Cuarto Centenario del Monasterio en 1984 se redescubrieron
muchos detalles arquitectónicos del edificio, como la compleja geometría de los
chapiteles herrerianos, la audaz bóveda plana, las bellas chimeneas siamesas o
la ingeniosa solución espacial de la iluminación cenital de la linterna del
convento. Pero no debemos olvidar el valor tradicionalmente reconocido a El
Escorial: el hermoso Patio de los Evangelistas, con su espléndido ejercicio de
bramantismo del templete central, la grandiosa cúpula trasdosada y apoyada
sobre tambor, la colosal escalera del convento, y los ejemplos del manierismo
de la Basílica y de la fachada principal, entre otras muestras de gran
arquitectura.
Secciones
del edificio
Las principales secciones en que se
puede dividir el Real sitio son:
Biblioteca
Felipe II cedió a la Biblioteca del
Monasterio los ricos códices que poseía y para cuyo enriquecimiento encargó la
adquisición de las bibliotecas y obras más ejemplares tanto de España como del
extranjero. Fue proyectada por Juan de Herrera cerrando el atrio de la Basílica
y unificando la fachada principal, ya que Juan Bautista de Toledo la situaba en
la desaparecida torre central de la fachada Sur. Herrera también se ocupó de
diseñar las estanterías que contiene. Se ubica en una gran nave de 54 metros de
largo, 9 de ancho y 10 metros de altura con suelo de mármol y estanterías de
ricas maderas nobles ricamente talladas.
Arias Montano elaboró su primer catálogo
y seleccionó algunas de las obras más importantes para la misma. Está dotada de
una colección de más de 40.000 volúmenes de extraordinario valor. En 1616 se le
concede el privilegio de recibir un ejemplar de cada obra publicada en España,
aunque tal cosa nunca se llegó a cumplir del todo.
La bóveda de cañón del techo de la
biblioteca está decorada con frescos representado las siete artes liberales,
esto es: Retórica, Dialéctica, Música, Gramática, Aritmética, Geometría y
Astrología. Entre los estantes de libros se colgaron retratos de diversos
monarcas españoles, entre ellos el famoso Silver Philip (Felipe IV con traje
castaño y plata) pintado por Velázquez, y que ahora está en la National Gallery
de Londres. Los frescos de las bóvedas fueron pintados por Pellegrino Tibaldi,
según el programa iconológico del Padre Sigüenza.
La fama de Salomón como el rey sabio por
excelencia de la Biblia debió condicionar la decisión de Felipe II de donar su
biblioteca a los monjes del Monasterio para crear un Centro de Sabiduría, en
vez de repartirla por sus otros palacios, como Aranjuez, Valsaín o el Alcázar
de Madrid, y donarla así solo a sus herederos.
Palacio de Felipe II
El también denominado «Palacio de los
Austrias» ocupa todo el mango de la parrilla de El Escorial y parte del patio
Norte, construido en dos pisos alrededor del presbiterio de la Basílica y en
torno al Patio de Mascarones. Sigue el mismo esquema arquitectónico del Palacio
de Carlos V en el Monasterio de Yuste. Actualmente solo se pueden visitar los
Cuartos Reales y la Sala de Batallas. En las dependencias privadas de los Reyes
se pueden contemplar importantes obras pictóricas de la escuela española de
principios del XVII, de la escuela italiana y veneciana del siglo XVI, y de las
escuelas flamencas del XVI y XVII, entre ellos San Cristóbal en el vado de
Joachim Patinir.
Antes de las habitaciones reales se
atraviesan otras dependencias como el Salón de Embajadores, con interesantes
objetos expuestos: morteros del siglo XVII, una mesa con incrustaciones de
marfil, dos relojes solares en el pavimento, dos sillas plegables de madera
chinas de la época Ming (ca. 1570) y los retratos de todos los monarcas de la
Casa de Austria. Merecen especial mención las impresionantes puertas de
marquetería, regalo del emperador Maximiliano II. Se expone también la supuesta
silla-litera en la que Felipe II realizó su último viaje al Monasterio aquejado
por la gota.
La «Casa del Rey» está formada por una
serie de estancias decoradas con sobriedad, ya que fue el lugar de residencia
del austero Felipe II.
El dormitorio real, situado junto al altar mayor de la
Basílica, cuenta con una ventana que permitía al rey seguir la misa desde la
cama cuando estaba imposibilitado a causa de la gota que padecía. Está dividido
en cuatro estancias: la sala principal, el escritorio, la alcoba y el lujoso
oratorio.
Palacio de los Borbones
En claro contraste con la austera
monumentalidad del Palacio de los Austrias, se yergue el Palacio de los
Borbones. Construido al norte de la Basílica, alrededor del Patio del Palacio,
el complejo de habitaciones tiene su origen en época de Felipe II, cuando en
esa zona se instalaron los aposentos de los Infantes (lado noreste del patio),
la Galería de Batallas (lado sur, ver más abajo) y las cocinas y zonas del
servicio (lado oeste).
Bajo el reinado de Carlos III, esta área
fue habitada por los entonces Príncipes de Asturias. Cuando estos ascendieron
al trono, en 1788, como Carlos IV y María Luisa de Parma, decidieron mantener
sus aposentos en la misma zona y no trasladarse a la «Casa del Rey». Los nuevos
monarcas encargaron una nueva escalinata de acceso al arquitecto Juan de
Villanueva que fue terminada en 1793. Los interiores fueron además aderezados
con suntuosos tapices diseñados por Bayeu o Goya y un rico mobiliario. Fernando
VII fue el último monarca en hacer uso de estos aposentos.
En diciembre de 2015, después de años de
restauraciones, el conjunto de 18 salones fue abierto al público en visita
libre.
Basílica
Precedida por el Patio de los Reyes,
es
el verdadero núcleo de todo el conjunto, en torno al cual se articulan las
demás dependencias.
Cripta
Juan Gómez de Mora, según planos de Juan
Bautista Crescenzi, reformó por orden de Felipe III la pequeña capilla
funeraria de debajo del altar para albergar allí veintiséis sepulcros de mármol
donde reposan los restos de los reyes y reinas de las casas de Austria y
Borbón, con solo algunas excepciones.
Relicarios
Siguiendo uno de los preceptos aprobados
por el Concilio de Trento referente a la veneración de los santos, Felipe II
dotó al Monasterio de una de las mayores colecciones de reliquias del mundo
católico. La colección se compone de unas 7.500 reliquias, que se guardan en
507 cajas o relicarios escultóricos trazados por Juan de Herrera y la mayoría
construidos, por el platero Juan de Arfe y Villafañe. Estos relicarios adoptan
las más variadas formas: cabezas, brazos, estuches piramidales, arquetas etc.
Las reliquias fueron distribuidas por todo el Monasterio concentrándose las más
importantes en la Basílica. En el lado del Evangelio, bajo la protección del
Misterio de la Anunciación de María, se guardan todos los huesos de los santos
y mártires. En el lado opuesto, en el Altar de San Jerónimo, se sitúan los
restos de los santos y mártires. Los restos sagrados se guardan en dos grandes
armarios, decorados por Federico Zuccaro, que se encuentran divididos en dos
cuerpos; se pueden abrir por delante, para ser expuestos al culto, y por
detrás, para poder acceder a las reliquias.
Convento
El monasterio propiamente dicho ocupa
todo el tercio sur del edificio. Fue ocupado originalmente por monjes jerónimos
en 1567, aunque desde 1885 está habitado por los padres Agustinos, de clausura.
El recinto se organiza en torno al gran claustro principal, el Patio de los
Evangelistas, obra maestra diseñada por Juan Bautista de Toledo y que
constituye una de las mejores páginas de arquitectura del Monasterio. Sus dos
pisos están comunicados por la espectacular escalera principal, con las bóvedas
decoradas por frescos de Luca Giordano. El ambicioso programa pictórico de sus
soportales fue iniciado por Luca Cambiaso y continuado por Pellegrino Tibaldi.
En el centro del claustro se levanta un hermoso templete realizado en granito,
mármoles y jaspes de diferentes colores sobre traza de Juan de Herrera,
influido por el tempietto de San Pietro in Montorio de Bramante. Las esculturas
de los cuatro evangelistas fueron cinceladas por Juan Bautista Monegro de un
solo bloque de mármol y sujetan un libro abierto con un fragmento de su
Evangelio en la lengua en que fueron escritos.
Junto a las Salas Capitulares, destaca
también la Celda Prioral Baja, con un fresco en el techo sobre El Juicio de Salomón
de Francesco da Urbino, recordando al prior la necesidad de un gobierno justo
al frente del Monasterio. La sacristía, aún en uso, con la Adoración de la
Sagrada Forma de Claudio Coello.8 En la Iglesia Vieja o de Prestado se conserva
El Martirio de San Lorenzo de Tiziano, una de las obras maestras del
renacimiento italiano, que Felipe II encargó para el retablo principal de la
Basílica pero que descartó por su oscuro colorido, poco visible a cierta
distancia.
Escalera principal
Sigue la típica tradición española de
escalera imperial con un tramo principal dividido en dos a los lados a partir
de la primera meseta, manteniendo el eje de simetría del convento y
compatibilizando los tres pisos del Patio de los Evangelistas con los tres del
convento mediante puertas discretas que permiten el paso a la zona más recogida
y doméstica. Se suele atribuir a Bergamasco, aunque su proyecto fue modificado
y desarrollado por Juan de Herrera. Su caja tiene una gran altura y cuenta con
una cubierta propia que cubre la gran bóveda esquifada que ilumina desde arriba
sus magníficos frescos.
Está decorada con frescos de Pellegrino
Tibaldi, Luca Giordano y Luca Cambiaso, destacando La batalla de San Quintín y
la Fundación de El Escorial, en la que aparece Felipe II discutiendo las trazas
del Monasterio con Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, junto al Obrero
Mayor, el jerónimo Fray Antonio de Villacastín.
Salas capitulares
Destinadas actualmente a pinturas, eran
las salas donde los monjes celebraban sus capítulos, especie de confesiones
mutuas para mantener la pureza de la congregación. Desde tiempos de Velázquez,
que intervino en su decoración, albergaron importantes pinturas. A pesar del
traslado de muchas al Museo del Prado, actualmente se exhiben varias tan importantes
como La Última Cena y un San Jerónimo de Tiziano y La túnica de José de
Velázquez. En febrero de 2009 se volvió a colgar en sus paredes el Martirio de
San Sebastián de Van Dyck, recuperado (tras su adquisición por Patrimonio
Nacional) dos siglos después de su sustracción durante la invasión napoleónica.
Su espléndida pinacoteca está formada
por obras de las escuelas alemana, flamenca, veneciana, italiana y española, de
los siglos XV, XVI y XVII. Incluye diversas obras de algunos de los pintores
predilectos de Felipe II como El Bosco, Pieter Coecke o Michel Coxcie; una
Adoración de los pastores de Tintoretto, obras de maestros como Federico
Barocci, Paolo Veronese, Luca Giordano, Francesco Guercino, José de Ribera,
Zurbarán, Alonso Cano y otros muchos autores, así como la famosa Crucifixión (o
Gran Calvario) de Rogier van der Weyden.
Sala de las Batallas
Se trata de una galería de 60 x 6
metros, con 8 metros de altura, situada en la zona de los aposentos reales. En
sus muros se representan pintadas al fresco algunas batallas ganadas por los
ejércitos españoles. En el muro sur, solo interrumpido por dos puertas, se
pintó de forma continua la batalla de La Higueruela (1431). Por el contrario,
el muro norte aparece dividido por nueve ventanas creándose nueve espacios en
los que se representaron otras tantas escenas de la guerra contra Francia
(1557-1558), con el acento puesto en la batalla de San Quintín, vinculada a la
fundación del propio monasterio. Por último, en los extremos se representaron
dos escenas de una de las más recientes victorias de las tropas españolas: la
batalla de la Isla Terceira librada entre la armada española dirigida por
Álvaro de Bazán y la armada francesa (1582-1583). De la pintura se encargaron
Niccolò Granello y su medio hermano Fabrizio Castello, Lazzaro Tavarone y
Orazio Cambiaso, que abandonó pronto. Lo primero que se pintó fueron los
grutescos de la bóveda, por los que los artistas cobraron ya en enero de 1585 y
se dieron por terminados seis meses más tarde. En enero de 1587 se firmó el
contrato para la pintura de la batalla de La Higueruela, que no se terminó
hasta septiembre de 1589. El padre Sigüenza explica que se eligió representar
esta batalla de la guerra de Granada por haberse hallado en el Alcázar de
Segovia en un viejo arcón un lienzo de 130 pies en el que aparecía pintada la
misma batalla en grisalla, y que habiendo gustado al rey, ordenó copiarla.
Algunos meses después de acabada la pintura de la batalla de la Higueruela se
resolvió completar la decoración de la sala, firmándose un nuevo contrato con
Castello, Granello y Tavarone en febrero de 1590. Las batallas elegidas eran,
por una parte, las de la guerra contra los franceses de 1557 y 1558, las únicas
batallas a las que Felipe II había acudido en persona, y la toma de la isla
Tercera en las Azores, con la que se completaba la incorporación de Portugal a
la corona española. Para asegurar la veracidad histórica, a los pintores se les
entregaron modelos de la formación de las escuadras y de sus uniformes
proporcionados por Rodrigo de Holanda, yerno de Antonio de las Viñas.
Museo de Arquitectura
Estaba situado en los sótanos del
edificio, en la llamada por Juan de Herrera Planta de Bóvedas, y fue creado en
el año 1963 como parte de las exposiciones del IV centenario de la colocación
de la primera piedra. En sus once salas se mostraban las herramientas, grúas y
demás material empleado en la construcción del monumento, así como
reproducciones de planos, maquetas y documentos relativos a las obras, con
datos muy interesantes que explicaban la idea y gestación del edificio. Estas
salas fueron cerradas definitivamente en 2015.
Jardines de los Frailes
Mandados construir por Felipe II, que
era un amante de la naturaleza, constituyen un lugar ideal para el reposo y la
meditación. Manuel Azaña, que estudió en el colegio de los frailes agustinos de
este monasterio, lo cita en sus Memorias y en su obra El jardín de los frailes.
Es lugar de entretenimiento y estudio de los alumnos. El rey concebía sus jardines
como un espacio productivo donde cultivar hortalizas y plantas medicinales,
pero también los veía como una fuente de placer, con fuentes y flores. El
monarca recopiló planos de jardines de Francia, Italia, Inglaterra y los Países
Bajos, contratando a los mejores jardineros, tanto extranjeros como españoles.
Este hoy austero jardín estaba originalmente repleto de flores, formando una
especie de tapiz, por lo que fue comparado con las alfombras que se traían de
Turquía o Damasco. También era un auténtico jardín botánico, con hasta 68
variedades diferentes de flores, muchas medicinales, y unas 400 plantas que se
trajeron del Nuevo Mundo.
Al sudoeste del jardín se encuentra la
Galería de Convalecientes o Corredor del Sol, un espacio amplio, aireado y lleno
de luz diseñado para el reposo de los enfermos. Se apoya con una articulación
arquitectónica poco conseguida en la Torre de la Botica, tal vez por la
necesidad de garantizar la clausura a los monjes. Su sobria fachada hacia la
lonja Oeste contrasta con la más abierta hacia los jardines, donde la solución
arquitrabada con arcos sobre columnatas jónicas es única en el Monasterio.
Patrimonio
de la Humanidad
El 2 de noviembre de 1984, en
coincidencia con la celebración del cuarto centenario de la colocación de la
última piedra, el Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco, reunido en la
ciudad argentina de Buenos Aires, inscribió el Monasterio en la Lista del
Patrimonio de la Humanidad, como "El Escorial: Monasterio y Sitio".
Esta figura incluye el Monasterio y otros enclaves de realengo, la Casita del
Príncipe y la Casita del Infante, ambas diseñadas por Juan de Villanueva en
tiempos de Carlos III.
En 2013, y dentro de la colección de
Edificios Patrimonio de la Humanidad, el Banco de España emitió una moneda
conmemorativa de 2€ en la que aparecía el Monasterio.