La Catedral es el
monumento más emblemático de Mallorca porque sintetiza perfectamente los
últimos ocho siglos de su historia. La imagen de una gran nave sobre el mar
domina la bahía de Palma, de forma atractiva y espectacular, sorprende a
primera vista y suscita la curiosidad del visitante, y se transforma en icono
del patrimonio histórico y espiritual de la isla.
Construida junto al
Mediterráneo, la Catedral lidera un conjunto monumental que evoca las culturas
que precedieron la conquista, el 31 de diciembre de 1229, de la Madina Mayurqa
por parte de Jaime I, rey de Aragón y conde de Barcelona. El Conquistador, siguiendo
la costumbre de la época, consagró la antigua mezquita a la Virgen María y
preparó la construcción de un templo de nueva planta, acorde al estilo de la
época.
Hay indicios
documentales, a partir de 1230, relacionados con la obra de la Catedral. Constan
encargos al maestro Ponç realizados en 1256, a cuenta de Ramon de Torrella, el
primer obispo de Mallorca. En 1269, el obispo Pere de Morella consagró el ara
del altar mayor. La construcción, tal como se conoce actualmente, comenzó por
la Capilla Real, en torno al 1300, durante el reinado de Jaime II (1276-1311),
primer monarca de la Corona de Mallorca. De esta forma se iniciaba el proyecto
de catedral gótica que tuvo su esplendor constructivo durante los siglos XIV y
XV. El ábside actual conserva la capilla funeraria destinada a panteón
sepulcral de los monarcas de la casa real mallorquina. El ábside estaba
finalizado en 1328, en 1329 se colocaron los ventanales de cristal del maestro
sienés Matteo di Giovanni y paralelamente se había proyectado el campanario.
Las obras de la torre finalizaron en 1498, como un proyecto inacabado. Tiene
nueve campanas, la mayor de las cuales es conocida como Eloi.
Paralelamente al apoyo
de la Casa Real en la fábrica de la Catedral, los obispos de Mallorca, desde el
siglo XIII, animaron al pueblo cristiano de Mallorca y al clero a colaborar con
recursos económicos destinados a la construcción. Entre los primeros obispos
que tuvieron un mayor protagonismo en este proceso cabe destacar a Berenguer
Balle (+ 1349), que, en 1346, erigió la cátedra pontifical; Antoni Galiana (+
1375), primer obispo de origen mallorquín, promovió el acabado de la fachada
lateral hasta la capilla de la Corona, y Pere de Cima (+ 1390) estimuló la
construcción del portal del Mirador. Entre los maestros picapedreros y
escultores del siglo XIV que trabajaron en la obra de la Catedral cabe destacar
a Antoni Camprodon, Jaume Mates, Guillem Oliveres, Pere Morey, Enric Aleman,
Joan de Valenciennes, Guillem Morey, Pere de Sant Joan i Antoni Canet, entre
otros. A finales del siglo XIV se derribaron los últimos vestigios de la
mezquita y a comienzos del XV el edificio entró en una nueva fase constructiva.
Iniciado el 1400, el
insigne Guillem Sagrera se incorporó a la fábrica de la Catedral. Dirigió las
obras del portal del Mirador y edificó la Sala Capitular gótica, que el obispo
de Mallorca Gil Sanxís Munyos –hasta 1429 conocido como Clemente VIII,
antipapa– eligió para ser enterrado. Arnau Piris sustituyó a Guillem Sagrera
como responsable de las obras de la Catedral, cuando éste fue retenido por
Alfonso el Magnánimo para obrar el Castel Nuovo de Nápoles. Poco tiempo después
Joan Sagrera, hijo del maestro Guillem, se incorporó a las obras de la
Catedral. En 1490, Francesc Sagrera, canónigo, sobrino de Guillem Sagrera,
relacionado con la administración de la obra de la Catedral, diseñó el Portal
de la Almoina. Ya en el interior de la Catedral se puede contemplar el antiguo
retablo gótico, actualmente adosado al Portal del Mirador.
La sillería del coro
–actualmente formado por 110 sillas de nogal, situado en el altar mayor o
Capilla Real– fue obrado a partir de 1514 y ocupaba el centro de la nave
central de la basílica, tallado probablemente por Felip Fulló, de origen
francés; y en 1526 Joan de Sales habría continuado las obras. A él se le
atribuye también la parte plateresca de la madera, la portada, la galería, los
púlpitos de piedra, de estilo renacentista, acabados en 1535. Durante el siglo
XVI finalizaron las últimas crucerías, se levantó el frontispicio, los dos
rosetones y la puerta del portal principal, promovida a instancias del obispo
Vich y Manrique, y obrada, entre 1594 y 1601, por el escultor y arquitecto
Miquel Verger. La Casa de la Almoina, sede actual del Archivo Capitular,
también se construyó durante este período. Por otra parte destaca, también, el
interior del templo de ocho tramos de crucería, sostenidos por columnas
octogonales. El conjunto cuenta con siete rosetones, dos de ellos cegados en la
facha principal. El mayor mide 12,51 metros de diámetro. Estructuralmente es un
edificio gótico sometido a gran influencia cultural y religiosa del siglo XVI,
en sintonía con la espiritualidad humanista.
Durante los siglos
XVII-XVIII, el interior del edificio recibió una gran influencia del barroco,
sobre todo en forma de retablos, pinturas y esculturas marcadas por la
espiritualidad postridentina, que coincidía con un período de esplendor
económico y social de la Iglesia y de la sociedad mallorquinas. La fábrica de
la Catedral no se explica al margen de la iconografía barroca, y de esta época
cabe destacar también algunas piezas tan
emblemáticas como el retablo del Corpus Christi, obra de Jaume Blanquer, el
claustro y la nueva sala capitular. Ya en la segunda mitad del siglo XVII, esta
corriente fue seriamente cuestionada e incluso despreciada, pero al margen de
esta corriente y de esta espiritualidad es difícil entender el itinerario
completo del edificio. Con el Romanticismo se acentuó el debate y se idealizó
el gótico como referencia artística y como elemento explicativo que permitía
recuperar la pureza originaria y ofrecía una mirada idealizada del pasado. El
terremoto de 1851 puso en peligro el conjunto de la fachada principal, lo que
motivó al obispo Miquel Salvà Munar el encargo de la restauración al arquitecto
Juan Bautista Peyronet, con la colaboración del mallorquín Antoni Sureda
Villalonga. Su intervención queda perfectamente reflejada en la parte superior
de la fachada principal de la Catedral, enriquecida posteriormente también por
el arquitecto Joaquín Pavía.
En 1902, con la
finalidad de adaptar el espacio de la Catedral a las nuevas exigencias
litúrgicas y pastorales, el obispo Pere Joan Campins encargó al arquitecto
Antoni Gaudí la reforma del conjunto del templo. La intervención de Gaudí duró
aproximadamente diez años (1904-1914). El 8 de diciembre, fiesta de la
Inmaculada, de 1904, el obispo Campins presidió la inauguración de las obras,
que consistieron en la recuperación, ordenación y decoración del espacio de la
nave central y de la Capilla Real (actualmente el altar mayor), básicamente con
el traslado del coro, hasta el momento situado entre los tramos segundo y
tercero de la nave, eliminación del retablo mayor gótico, realización del
baldaquino del altar mayor, incorporación al presbiterio de la sede episcopal,
iluminación del espacio a base de ventanales de cristal desprovistos de estos
hasta el momento, luz artificial y candelabros, y elaboración de un amplio
mobiliario litúrgico. Los sucesivos Cabildos han continuado el mantenimiento,
la restauración y la mejora de la fábrica de la Catedral. Entre los más
significativos cabe destacar la apertura de ventanales, un proyecto
sistematizado durante la década de 1920, entre les cuales cabe destacar dos de
la casa Mayer (Munich), de 1929. Siguiendo esta tónica de constante
actualización del edificio, se invitó al artista Miquel Barceló a realizar una
intervención en la Capilla del Santísimo. La intervención de Barceló, dedicada
a la Eucaristía (multiplicación de los panes y los peces) se inauguró el 2 de
febrero de 2007.
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