1. Hace aproximadamente 5.000 años que el ser humano llegó a Mallorca.
El
poblado talayótico de Ses Païsses es uno de los yacimientos arqueológicos más
importantes y mejor conservados de las Islas Baleares.
El
asentamiento surgió con la construcción de un talayote circular en torno al que
se fueron creando diversas viviendas y estructuras rituales. Siglos después, el
poblado se rodeó con una imponente muralla ciclópea, que hon en día da la
bienvenida a los visitantes. El recorrido permite conocer a las problaciones
que habitaron la isla hace 3000 años.
Nos
lo demuestran los primeros restos humanos aparecidos en Moleta petita (Sóller)
y la cueva del Moro (Manacor). Durante el período calcolítico, la isla estaba
habitada por una cabra endémica llamada Myotragus balearicus, actualmente
extinta.
Probablemente,
los primeros pobladores de la isla eran grupos sedentarios, que habitaban
cuavas y abrigos de la Serra de Tramontana y practicaban la ganadería de ovejas
y cabras.
Más
adelante, se documentan cabañas de planta circular, cubiertas de ramas y con
paredes recubiertas de archilla, que forman asentamientos sin muradas.
Estacionalmente continuaban usando los abrigos y las cuevas. Estas poblaciones
ya conocían el cobre, usaban piezas cerámicas de tipo campaniforme,
diversificada en su ganadería -incluyendo cerdos y vacas- e iniciaban las
actividades agrícolas. Sus rituales funerarios consistían en inhumaciones
individuales o en pequeños grupos en
cuevas o abrigos.
Hacia
el año 1700-1650 a.C. se produjeron importantes cambios en la sociedad y la
economía, que dieron paso a la edad de Bronce, en referencia al aumento de los
contactos comerciales con el resto del Mediterráneo, mediante los cuales
Mallorca conseguía el estaño necesario para la fabricación del bronce. A pesar
de que durante un tiempo continuaron usando los abrigos y grutas como refugios
estacionales para la estabulación de los rebaños de cabras y ovejas,
abandonaron las cabañas circulares para construir viviendas conocidas con el
nombre de navetiformes: construcciones con forma de herradura, que parecen una
nave invertida. Para su construcción usaban la técnica ciclópea, basada en
piedras de grandes dimensiones.
Las
prácticas funerarias de esta época eran varias. Coexistían dólmenes como s’Aigua
Dolça en Artá, hipogeos excavados en la roca e inhumaciones en sepulturas
individuales y colectivas. Algunas grutas naturales se usaron como lugar de
culto.
Hacia
el Bronce Final (1400-1300 a.C.) se produjeron algunos cambios. Muchos de los
naviformes de ese momento presentan grandes fuegos con plataforma y fogón o
caja para conservar las brasas. Aunque los ritos funerarios se mantuvieron, los
dólmenes y los hipogeos fueron sustituidos por navetas funerarias y cuevas con
cierre ciclópeo.
2. La cultura talayótica se inició en Mallorca hace 3000 años.
A
finales de la época del Bronce (1300-900 a.C.), se produjeron una serie de
cambios que dieron lugar a la sociedad talayótica. Los contactos establecidos
con el exterior de la isla permitieron la provisión de materias primas y la
introducción de innovaciones tecnológicas en los procesos de fabricación
cerámica y metalúrgica.
En
el plano constructivo, se abandonaron los naviformes propios de la época
anterior, y surgieron las estructuras turriformes, entre las que se encuentran
los talayotes circulares y los monumentos turriformes escalonados provistos de
rampa para acceder a la parte superior, además de los túmulos, pequeñas
elevaciones de piedras y tierra. En un primer momento el territorio fue
señalizado con estructuras turriformes ubicadas sobre las colinas, que
funcionaban cómo marcadores territoriales.
Más adelante estas construcciones fueron introducidas en los poblados talayóticos,
en los que convivían con las unidades domésticas y otras estructuras comunales
o de prestigio.
El
talayote es una estructura de planta circular o cuadrada con una estancia
interior, en cuyo centro se eleva una columna de grandes bloques de piedra que
sujeta el techo, confeccionado con losas y que a su vez sirve de pavimento del
segundo piso. La función de tales estructuras no es clara: algunos
investigadores consideran que pudieron acoger ceremonias religiosas o clánicas,
o bien fueron lugares de almacenamiento y distribución de carne.
Es
muy improbable que fuesen construcciones destinadas a hábitat o defensa. Los
poblados presentan un conjunto abigarrado de estructuras apiñadas, sin una
disposición urbanística bien delimitada de calles.
Hacia
mediados del primer milenio a.C., los poblados se empezaron a rodear de murada,
en un claro intento de delimitar y defender el territorio de la comunidad.
Erigidas con técnica ciclópea las murallas talayóticas destacan por sus
espectaculares puertas con dintel y sus muros exteriores, hechos con grandes
losas clavadas verticalmente en el suelo, mientras que su parte superior
presenta piedras de menor tamaño.
Las
investigaciones recientes demuestran que existían poblados talayóticos en toda
la isla, ocupados por comunidades de tipo familiar de en torno a 200 personas.
La intensa ocupación del territorio en este periodo propicio dos fenómenos
significativos de una parte, una importante deforestación; y de otra, la lucha
entre varios grupos para conseguir mejores tierras en las que a sentar sus
poblados. Esto motivó la aparición de jefes que estructuraban la comunidad,
personas que seguramente se enriquecía a partir de los intercambios con otras
comunidades y que más adelante ejercido su poder como gobernantes.
La
acumulación de excedentes de producción dio lugar a las primeras diferencias
sociales, que son visibles en los ajuares funerarios. En cuanto a las prácticas
funerarias, se mantenían los entierros en abrigos y cuevas naturales, y también
las inhumaciones colectivas, al mismo tiempo que se introducían nuevas
prácticas rituales de entierro en cal viva y de cremación. La sociedad talayótica
se dedicó principalmente a la ganadería de ovejas, cabras, bueyes y cerdos,
practica que permitía a los hombres disponer de tiempo libre para dedicarse a erigir
los grandes monumentos que hoy nos han legado. Sin embargo, las mujeres
realizaban prácticas agrícolas basadas en la cosecha de cereales, trigo y
cebada. La alimentación se complementaba con la caza y recolección de frutos. La
metalurgia se basaba en el uso de productos realizados en cobre, bronce, hierro
y plomo.
Hacia
el 600-500 a.C., la sociedad talayótica presenta algunos cambios que dieron
lugar al llamado periodo postalayótico. Por una parte, se consolidó la
presencia de los santuarios religiosos y se diversificaron los rituales
funerarios; por otra, se entró en contacto con las poblaciones púnicas de Ebussus
(Ibiza), que fundaron colonias y factorías en Mallorca. Paralelamente se
documentó la participación de mercenarios baleáricos en los ejércitos púnicos.
Durante
el periodo postalayótico, el uso del Bronce disminuyó y se reservó para las
piezas más importantes, mientras que se generalizó el uso del hierro y del
plomo para las piezas más cotidianas, como espadas, puñales, herramientas
varias y objetos suntuarios (collares, pendientes, brazaletes). La cultura
talayótica finalizó con la llegada de los romanos a la isla en el año 123 a.C.
3. El poblado de Ses Païsses fue creado hace 3000 años.
El
poblado talayótico de Ses Païsses fue declarado Monumento Histórico-Artístico
en 1946. Las primeras excavaciones fueron iniciadas en 1959 por el italiano
Giovanne Lilliu, con la intención de averiguar la relación de estas
construcciones con otras halladas en Cerdeña. Las cuatro campañas que
desarrolló aportaron gran cantidad de información sobre el periodo talayótico.
Más de 30 años después, el arqueólogo mallorquín Javier Aramburu retomó las
excavaciones en el poblado. Sus campañas han sacado a la luz edificaciones
nunca antes localizadas, que han contribuido a una mejor comprensión de la vida
en Ses Païsses.
Próximo
al núcleo de Artà, el poblado se erige sobre una pequeña colina que permite
controlar visualmente las tierras de los alrededores (Son Sastres, Sa Badeia,
Son Sureda Vell y Sauna Vell). Como otros poblados talayóticos se encuentra
junto a un torrente y una fuente, que garantizaban el abastecimiento de agua a
la comunidad.
Las
construcciones existentes responden a diferentes fases de la ocupación del
recinto. La ocupación empezó a principios del primer milenio a.C., con la
construcción del turriforme central. Después, siguiendo el patrón de otros
poblados talayóticos se fueron añadiendo las primeras viviendas. La estructura
más característica del yacimiento, su muralla, fue construida, según Aramburu,
entre el 650 y el 540 a.C.
Durante
la época posttalayótica la comunidad experimentó un crecimiento, como indica el
hecho de que todos los edificios estuviesen en uso y aún se construyesen más. Es
después de la llegada de los romanos a Mallorca (123 a.C.) cuando el poblado es
abandonado y algunos de sus edificios son destruidos.
1. Monolito dedicado a Miquel Costa y Llobera.
Ante
la puerta principal de entrada al poblado se alza el monolito erigido en
recuerdo del escritor y eclesiástico Miquel Costa i Llobera (Pollensa 1854 - Palma
1922). Costa ambientó en el recinto talayótico de Ses Païsses varios pasajes de
su conocido poema “La deixa del geni grec” (1900), cuya protagonista es
Nuredduna, nieta del gran sacerdote y sibila de la tribu que habitaba el
encinar de Ses Païsses. El poema, recreación idealizada y epopeica de la
prehistoria mallorquina, representa la unión de nuestra tierra, personificada en
Nuredduna, con el espíritu de la civilización helénica simbolizada por la lira
de Melesigenes, imagen de Homero.
2. Muralla y puerta de acceso al poblado.
La
muralla del poblado de Ses Païsses se construyó en un momento impreciso entre
el 650 y el 540 a.C. para cerrar un poblado que existió hace 3000 años. Tiene
forma elíptica y un perímetro de 320 m. Su anchura media es de 3,60 m, y en
algunos tramos alcanza los 3,5 m de altura. El muro, ancho y de doble paramento,
fue construido con una primera hilera de grandes piedras clavadas verticalmente
en el suelo, algunas de las cuales pesan en torno a las 8 toneladas. En el
paramento interior, las piedras son más pequeñas y están ordenadas en hileras.
La puerta de acceso al poblado presentan dos losas dispuestas verticalmente, a
modo de brancales, sobre los que otra losa en disposición horizontal hace las veces
de dintel. Al cruzar la puerta principal se accede al corredor de acceso al
poblado, de unos 4,30 m de longitud, que se encuentra flanqueado por escaleras
a ambos lados.
3. Zona de excavación.
Actualmente,
la investigación arqueológica está centrada en la zona más próxima a la puerta
principal, donde se ha localizado un edificio realizado en técnica ciclópea, de
planta rectangular, datado a inicios del talayótico y que unos 100 años más
tarde fue modificado. Según parece, durante el postalayótico sufrió nuevas
modificaciones, convirtiéndose en una vivienda más pequeña.
Junto
a esta estructura hayamos otra, con forma de riñón, adosada a la muralla, cuya
datación se puede establecer en el siglo V a.C. Es necesario continuar con las
campañas arqueológicas para averiguar cuál era la funcionalidad que tenían
estas estructuras.
4. Habitación en forma de herradura.
Adosado
al talayote central se conserva un edificio en forma de ábside, con esquinas
curvadas y fachada cóncava. Sus paredes, al contrario de la que muestra la
muralla, están hechas a base de piedras pequeñas, dispuestas en hileras
horizontales. En las campañas de 1959 y 1960 este talayote fue excavado por Lilliu,
quien lo dató en fase post talayótica. En su interior se han hallado numerosos
hogares con restos óseos, cerámica talayótica y carbones vegetales, así como un
entierro y algunos instrumentos de hierro. Por todo ello, Aramburu cree que
podría tratarse de un edificio de uso social, o tal vez un santuario de la fase
tardía del poblado.
5. Sala Hipóstila.
Construcción
de forma absidal, con los muros laterales rectos y el ábside redondeado, de
función probablemente comunitaria. Es conocida como la Sala Hipóstila debido a
que en su centro presenta tres columnas, y adosadas a los muros se encuentran
los restos de otras siete. Cabe destacar también el pasillo que atraviesa hacia
el turriforme central, que Lilliu data en la época talayótica. Según algunos
investigadores, ambas estructuras podrían haberse utilizado en ceremonias rituales.
6. Talayote Central.
Parece
ser que este turriforme fue la primera estructura que se construyó en el
poblado. Se trata de una torre cilíndrica, con los muros exteriores ligeramente
escalonados, de 12 m de diámetro y 4 metros de altura. A pesar de que no se
conserve, como sucede en otros yacimientos, debía tener una columna central y
cubierta hecha con vigas de madera. En el suelo de la estancia central se
distingue un corredor que, a través de dos aperturas en el muro, conecta el
talayote con dos habitaciones anexas, una de ellas la sala Hipóstila. Resulta
difícil determinar la función de este pasillo, cuya altura es de 0,75 m
aproximadamente. La estancia tiene dos contrafuertes, que según apunta Lilliu
ayudarían a reforzar los muros de la cámara. Se cree que esté talayote, cuya
función debía ser ritual y simbólica, estaba dedicado a la celebración de actos
de la comunidad, de la misma manera que lo era la sala Hipóstila.
7. Edificio rectangular.
Estructura
compartimentada en dos habitaciones rectangulares, cuyos muros están construidos
con pequeñas piedras. Existen indicios de que esta área del poblado fue una de
las primeras en ser habitadas, a pesar de que el edificio al que nos referimos
ahora se data en el postalayótico.
8. Puerta Noreste.
Además
de la puerta principal, el poblado tiene otras dos de la misma tipología. No se
conserva el dintel de la principal, cuya anchura es de 1,6 metros. Además de
estas puertas, Lilliu identificó otra al suroeste del poblado, que bautizó como
"porta dell'aqua" ya que servía de acceso a una fuente próxima.
9. Calle y habitación absidal.
De
momento esta es la única calle localizada del poblado. Divide dos edificios, el
primero de ellos de planta absidal. Es visible que su muro más occidental,
hecho con grandes piedras, sobresale de la muralla, mientras que los otros
muros están hechos con piedras pequeñas. La estructura se divide en tres
estancias separadas por paredes de arcilla, y parece ser cubiertas con un techo
con vigas de madera. Este espacio sufrió un incendio, motivo por el cual fue
abandonado y, posteriormente, hacia los siglos V-II a.C., fue usada como zona
sepulcral.
10. Edificio de planta absidal.
Estructura
realizada con la misma técnica constructiva que la anterior, y dividida en tres
habitaciones. Las paredes exteriores son construidas con la técnica ciclópea,
mientras que el uso de las piedras de tamaño variado lleva a pensar que las
anteriores fueron remodeladas en varias ocasiones. Según Aramburu, fue ocupado
desde el siglo V a.C. hasta la conquista romana.
11. Habitaciones en forma de riñón.
Este
conjunto de habitaciones con forma de riñón, situadas en el centro del poblado,
se adosan al talayote central. Fueron excavadas por Lilliu en 1959. Aunque
pertenecen a los inicios del poblado, fueron compartimentadas hacia el siglo V a.C.
El edificio situado más a la izquierda presenta una de las puertas al pasillo
que da acceso al turriforme.
12. Habitaciones rectangulares.
Al
sur del talayote hay dos habitaciones de planta rectangular. La primera tiene
una superficie de 25,7 m2 y presenta muros de un metro de ancho. En
el centro se conserva la base de una columna y junto a la pared este hay restos
de un hogar. Al parecer fue ocupado entre los siglos V y I a.C., e incluso se
localizan en el vestigio de la cultura romana, como una lucerna de la segunda
mitad del siglo II después de cristo.
13. Encinar.
El
bosque que actualmente rodea los restos arqueológicos formó parte del paisaje
del poblado prehistórico, y la bellota, fruto de la encina (Quercus llex) forma parte de la dieta de
esta comunidad. Asociados a esta especie hayamos varios arbustos como la mata,
el aladierno, el coscollino, el madroño y el mirto, que actualmente impiden ver
claramente las estructuras arqueológicas. Probablemente hace 3000 años estos
arbustos no eran tan abundantes, ya que los terrenos del interior y del
exterior eran aclarados para establecer en ellos campos de cultivo.
4. El municipio de Artà tiene un rico y variado patrimonio.
Artà
es un municipio de 140 km2 ubicado en la sierra de Llevant, al NE de
la isla de Mallorca. Actualmente, 1576 hectáreas de su costa y montaña forman
parte de un parque natural creado en 2001 y en el que se encuentra las fincas
públicas de Albarca y Es Verger. El municipio no ha recibido directamente el
impacto del turismo, cosa que ha permitido conservar tradiciones, fiestas
populares, gastronomía y artesanía, además de un paisaje natural que lo hacen
único y que tiene especial importancia por la variedad de hábitat que conserva
en sus montañas, los depósitos aluviales de la Colònia de Sant Pere, la costa y
los campos de dunas de Sa Canova. Son muy conocidas sus elevaciones de la atalaya
Freda (561 m) y el Cabo de Ferrutx (519 m). También es fundamental en el
municipio la obra de la palma, apreciada tradición artesanal realizada con el
palmito.
La
población se encuentra repartida entre dos núcleos, el pueblo de Artà y la Colonia
de Sant Pere. El primero está situado en un valle, al pie de una colina. Destaca
su recinto amurallado de Sant Salvador (primero almudaina árabe y más adelante
templo cristiano), la iglesia de estilo neogótico y varios casales señoriales
del núcleo antiguo. La Colònia es un pequeño núcleo costero del que dependen
dos urbanizaciones, Betlem y S'Estanyol.
Los
restos arqueológicos más importantes del municipio son el dolmen de l'aigua
Dolça (2000-1650 a.C.), el talayote de Sa Canova y Ses Païsses. Ya de época
romana (después del 123 a.C.) conocemos la necrópolis de sa Posada de Carroza
(siglos I y II d.C.). El nombre del municipio y del núcleo urbano proviene de Yartán, nombre que recibía la alquería y
también uno de los distritos musulmanes en los que se dividía la isla, que
incluya Capdepera y Son Servera. Durante esta época histórica se introdujeron
en la zona la agricultura intensiva y la cultura del agua, con las fuentes y
los pozos.
Con
la conquista catalana de 1229 se estableció el priorato de Santa María de Bellpuig,
oratorio que aún hoy se conserva en las afueras del pueblo, y que impulsó el
crecimiento de la villa. Durante la Edad Media y Moderna siglos XIII a XVIII, y
hasta bien avanzado el siglo XIX, la economía del municipio se desarrolló en
torno a las grandes possessions (Els Olors, Son Fortesa, Sauma). Estas
propiedades rurales pertenecían a familias nobiliarias como los Vivot, Dameto,
Truyols o Zaforteza que también erigieron importantes inmuebles en la parte más
antigua del pueblo, como can Cardaix, can Sureda, can Moragues o la Posada dels
Olors, también llamada Cal Marqués. Otros casales importantes, como can Blanes
o Na Batlessa, son testimonios del enriquecimiento de los emigrantes a América.