sábado, 9 de marzo de 2024

Castillo de Himeji. Japón.

El castillo de Himeji o Himeji-jō (姫路城), también llamado «castillo de la garza blanca», es uno de los castillos más espectaculares de todo Japón, uno de esos castillos que merece la pena ver en directo. Sus blancos muros, su arquitectura, sus caminos serpenteantes… Todo ello hace de este castillo una visita imprescindible en Japón.


Adornos en la calle Otemae.

Además, es fácil de llegar, ya que encuentra en la ciudad de Himeji, en la región de Kansai. Es decir, está muy cerca de Kioto, Osaka y Kobe y por ello es una perfecta excursión desde cualquiera de estas ciudades.



Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993 y Tesoro Nacional, el castillo de Himeji es uno de los tres castillos más famosos o populares de Japón, junto al castillo de Matsumoto y el castillo de Kumamoto (del que te debemos un post, todavía).

Es, además, una de las estructuras más antiguas del Japón del periodo Edo y uno de los 12 castillos originales que aún quedan en Japón.

El castillo de Himeji recibe el apodo de «la Garza Blanca» (Hakuro-jō o Shirasagi-jō, 白鷺城). Hay varias teorías que intentan explicar el origen del apodo, algunas hacen referencia al monte Sagiyama (literalmente «monte de la garza») donde se encuentra el castillo o a las garzas blancas que viven en la zona.



Sin embargo, la teoría que tiene más peso es, sin duda alguna, el color blanco del yeso exterior. Un yeso que, además, no es sólo decorativo sino también ignífugo, algo muy importante si tenemos en cuenta que el castillo fue construido con madera.

Como curiosidad, el castillo desapareció casi por completo de las rutas y guías turísticas hace unos años cuando comenzaron las obras de rehabilitación que lo cubrieron completamente de andamios.

Una de las particularidades del castillo de Himeji es que la construcción que vemos en la actualidad es el edificio original, ya que sus muros nunca fueron destruidos por incendios, terremotos o guerras. Y esto es algo que, además de por su belleza, lo hace extremadamente popular.

De hecho, durante la Guerra del Pacífico en plena Segunda Guerra Mundial, cayeron varias bombas sobre la torre principal del castillo. Milagrosamente no llegaron a explotar, dejando el castillo intacto hasta nuestros días.

El origen del castillo lo encontramos en 1333, cuando el señor del distrito de Harima (actual región de Himeji) construyó un fuerte en la zona. En 1581, Toyotomi Hideyoshi construyó un castillo de tres pisos para defender la región de los conflictos.

Más tarde, en 1601, Ikeda Terumasa (yerno del shogun Tokugawa Ieyasu) desmanteló la torre principal para construir una nueva de cinco pisos y usó los materiales sobrantes para construir las torres menores.

A partir de ahí, el castillo pasó a ser una importante sede del gobierno feudal durante el periodo Edo. Y no sólo esto, sino que también fue cuartel del ejército imperial durante el periodo Meiji, momento en el que estuvo a punto de ser demolido.

El castillo de Himeji es un castillo del tipo hirayama-jiro, es decir, un castillo situado sobre una colina rodeada de llanuras y es un ejemplo perfecto de arquitectura de los castillos japoneses.



Es famoso, además de por su espectacular torre principal o tenshu, por su complicadísimo diseño defensivo lleno de puertas, pasadizos, cuartos secretos, muros y murallas. Todo este diseño, junto con otros elementos defensivos como el laberinto que llevaba hasta la torre principal, pretendía confundir a los invasores en su entrada al castillo y así poder atacarlos con más facilidad y rapidez.

Una particularidad del castillo de Himeji son los 997 sama o agujeros que hay en las murallas y muros de todo el complejo. Estos agujeros servían para disparar flechas o para usar armas de fuego y los hay de cuatro formas diferentes: rectangulares, para el uso de arcos y luego redondos, triangulares y cuadrados, que se utilizaban con armas de fuego.

Según la localización de los agujeros, reciben el nombre de tachi-zama (o agujero para estar de pie), i-sama (agujero para estar de rodillas) o ne-sama (agujero para estar tendido en el suelo).

Otra de las particularidades de la construcción del castillo de Himeji es que las ventanas son en realidad celosías protectoras, aunque hay alguna de ataque, algo más saliente, perfecta para lanzar flechas.

Estas ventanas dificultaban la entrada de balas o flechas enemigas, pero en cambio permitían tanto la entrada de aire y luz como la posibilidad de disparar desde ellas.

Las ventanas de las dos torres secundarias, situadas al oeste y noroeste de la torre principal, son ventanas con forma de campana o katōmado. Este tipo de ventanas es típico de la arquitectura zen que podemos encontrar en muchos templos y edificaciones tradicionales.

Estas ventanas están decoradas con laca negra y papel de oro y ofrecen una vista preciosa de ambas torres secundarias.

También podemos fijarnos en los techos de toda la estructura, con tejas planas y rejas redondas, además de revoque o yeso blanco para cubrir las junturas y que le da a todo el conjunto ese diseño tan característico.

El castillo se construyó en el actual monte Himeyama, a 45,6 metros sobre el nivel del mar. La torre principal, símbolo del castillo, mide 46,4 metros de alto, lo que significa que está a 92 metros sobre el nivel del mar.

Gracias a su espectacularidad y a su parecido con el antiguo castillo de Edo, el castillo de Himeji se ha usado de escenario en muchos doramas históricos jidaigeki y en muchas películas que narran historias de los períodos Sengoku y Edo. Aunque también fue un campo de entrenamiento para ninjas en la película de James Bond «Sólo se vive dos veces».

En el pasado, antes de la restauración de la era Heisei (que se realizó entre 2009 y 2015), en el interior del castillo encontrábamos recreaciones que nos permitían imaginar cómo era la vida de los habitantes del castillo y de la Himeji del periodo Edo, dejándonos entrever, además, los diferentes usos de las estancias y torres.

Además, también había exposiciones de artículos originales y explicaciones varias sobre una de las épocas más importantes y famosas de la historia de Japón y una colección de las diferentes tejas con blasones que podíamos encontrar en el castillo.

Sin embargo, después de la restauración, el interior del castillo se vació, suponemos que como medida de seguridad para controlar el flujo de gente y evitar aglomeraciones. Ahora, todas esas exposiciones se encuentran en la zona de Nishi-no-Maru, al oeste del complejo principal.



Muro del Aceite.

El interior del castillo pierde interés: uno no hace más que subir escaleras, sin apenas ver nada más; llega a la última planta, se hace fotos con el santuario que hay allí y del exterior y a bajar otra vez.

El castillo es, sin duda alguna, espectacular, pero al vaciarlo de exposiciones en su interior ha perdido algo de interés. Y es una pena porque el interior está maravillosamente conservado y en pocos castillos podremos ver interiores tan espaciosos originales del periodo Edo.





 

 

 

Fuente: https://japonismo.com/ la mejor web informativa sobre Japón. ¡No dejes de visitarla!

No hay comentarios:

Publicar un comentario