sábado, 13 de abril de 2013

Mansión de John Barry


 




Dos escaleras flanquean el salón. Al final de los peldaños se adivina la habitación del torreón y por los ventanales llega la luz del patio interior. Pero donde podría estar el sofá, sólo hay montones de paja. Y donde deberían estar las cortinas, decenas de puertas viejas apoyadas contra la pared. Cuando el oscarizado compositor John Barry construyó esta casa en Santa Margalida en 1974, pensó en convertirla en un perfecto lugar de refugio, un remanso en el que hacer sonar los violines de Memorias de África. Hoy, 35 años más tarde, todo romanticismo se ha esfumado y las estancias inspirarían al compositor sinfonías propias del género de misterio. Lo que podría haber sido el escenario de una superproducción de Hollywood languidece como una mansión fantasma forrada de escombros.
John Barry llegó a Mallorca a principios de los 70, cuando la isla se dividía entre la herencia hippie y los altibajos del boom turístico. Santa Margalida era un rincón en aquel paraíso insoportable con el que la poetisa Gertrude Stein describió la Isla a Robert Graves antes de su llegada a Deià. Para Barry la adaptación y los tiempos fueron mucho más fáciles. En pleno Pla mallorquín y a diez kilómetros de la costa, La Vila emergía como oasis perfecto de tranquilidad para personalidades de la vida social y cultural de todo el mundo. El casal rural de Sa Capella se convirtió en el centro neurálgico de esa bohemia elitista que acogió a políticos, aristócratas y actores. Una versión interior del hotel Formentor. Por allí pasaron Joan Miró, los actores Lex Baker y Richard Harris o los reales Beatriz de Holanda y Simeón de Bulgaria.
Las fiestas de Sa Capella
Las fiestas organizadas por la jet set en Sa Capella atrajeron también a Barry, que pasó de visitante ocasional a vivir largas temporadas en Mallorca. Ya traía a sus espaldas tres Globos de Oro y tres Oscars aunque le esperaban más estatuillas doradas por ambientar el amor de Streep y Redford en Kenia o puntuar la epopeya de Costner bailando con lobos. Había firmado ya el tema principal de la saga de James Bond y, entre obra y obra, paseaba disfrutando del anonimato por las calles de Santa Margalida. "La gente no le conocía aunque fuera muy famoso. Hacía una vida normal y se movía por todo el pueblo, pero como no hablaba ni una palabra de español siempre lo hacía en compañía de mi padre", recuerda Guillem Crespí. Barry y su padre entablaron una gran amistad cuando se conocieron en Sa Capella, donde este último trabajaba como hombre de los recados.
En ese tiempo, quizá previendo su estancia indefinida en Mallorca, elcompositor decidió comprar un terreno para construirse una casa. Una finca de 12.000 metros cuadrados en la que planeaba levantar una mansión. Por un lado, vistas a la bahía de Can Picafort; por otro, al pueblo de Santa Margalida y a aquel hotel de Sa Capella que le había traído hasta la isla. El proyecto de construcción se fue alargando, tanto que Barry decidió construir una pequeña casa anexa desde donde seguía la evolución de las obras, como prueban las fotos de Guillem Crespí. La magnificencia de la mansión destacaba sobre el resto de edificios del pueblo, se divisaba –y se divisa– desde la carretera de llegada.
Tras una enorme puerta de madera en medio de un camino, se levantan dos edificios convertidos en una sola casa de dos pisos y unidos por un patio interior con soportales de arco y un estanque. En el primer edificio, un amplio recibidor y algunas habitaciones en el piso superior. El segundo, convierte la casa en una auténtica mansión hollywoodiense: dos escaleras laterales que suben hasta el torreón. En la parte de atrás, metros y metros de jardines con una piscina imperial. "La casa estaba prácticamente terminada, sólo faltaba pintarla y amueblarla", recuerda el historiador Toni Mas. Pero John Barry nunca llegó a disfrutarla. Su piano no desafió los ecos de aquella finca. En uno de aquellos viajes de ida y vuelta a Mallorca, simplemente no regresó. Sin previo aviso. Sobre Santa Margalida circularon toda serie de rumores, pero para Mas la explicación es clara: "En el pueblo comenzó a construirse un polígono y la zona perdió su encanto. Sa Capella vivió el fin de su época dorada y esa élite dejó de venir".
Nadie sabía qué había pasado con aquel compositor inglés. En el pueblo tanto John Barry como su casa se convirtieron en una especie de mito, una leyenda popular. Aquella escalera del salón que bajaba hasta los subterráneos hacía volar la imaginación. Los niños contaban la historia de un hombre ahorcado en aquel sótano que no dejaba nunca de sangrar. La casa se deterioraba inevitablemente con el paso del tiempo y los continuos robos. "Se lo llevaron todo, desde la bañera hasta los cables", afirma Mas. Ya no existen puertas o ventanas que impidan la entrada. El xalet de Barry se ha convertido en un caserón fantasma habitado por gatos y palomas y el torreón ha pasado a estar presidido por un enorme graffiti.
Tras años de ausencia, aquel vecino ilustre podría dejarse ver de nuevo por las calles de Santa Margalida. La hija de Barry aseguró a Gabriel Femenías –antiguo testaferro y amigo del artista– que regresará este verano a Mallorca. Quizá entonces sobrevuele de nuevo la isla pensando en convertir la casa ruinosa en su hacienda mediterránea particular, un lugar para escribir sus memorias, musicadas de Hollywood a las noches en Sa Capella de Santa Margalida.


El compositor inglés John Barry, conocido por ser el autor de las bandas sonoras de películas de James Bond, Memorias de Àfrica, Nacida Libre o Bailando con lobos, entre otras, murió recientemente (30/01/2011) a los 77 años.
Muchos son los ciudadanos de Santa Margalida que aún le recuerdan cuando se paseaba por las calles del pueblo de la mano de Joan Crespí, hoy también fallecido. Su hijo Guillem cuenta: «La gente no le conocía, aunque fuera muy famoso. Hacía una vida normal y recorría todo el pueblo, pero como no hablaba ni una palabra en español, siempre lo hacia en compañía de mi padre».
Cine
Muchas de las bandas sonoras las compuso en Santa Margalida. Recuerdo -dice Guillem- que John Barry contrataba al maquinista del cine del pueblo para ver el solo las películas que le llegaban en unos grandes sacos para después componer las bandas sonoras. Yo, con algunos amigos, nos colábamos en el cine y el compositor hacia repetir escenas y después se retiraba a Sa Capella donde nadie le podía molestar si tocaba el piano».
Barry llegó a Santa Margalida a principios de los años 70. Fue su mujer Jane Birkin quien le presentó al conde francés Bourdillon de Queylar que residía en Sa Capella, donde acudió buscando un piano. Las fiestas organizadas por la jet set en Sa Capella llamaron la atención también de Barry.
Ambiente
Por allí pasaron Joan Miró, los actores Lex Baker y Richard Harris y también Beatriz de Holanda y Simeón de Bulgaria. El compositor se encontraba bien en este ambiente y en este pueblo de Santa Margalida, por lo que decidió comprar un terreno para construirse una casa en la finca de Son Femenia, a cien metros del pueblo, y muy cerca de Sa Capella, donde residían sus amigos.
John Barry nunca llegó a ver terminada la casa , o mejor dicho, la mansión que se estaba construyendo. En el pueblo nadie sabía lo que había pasado con el célebre compositor inglés que se convirtió en una especie de mito. La casa se ha deteriorado con el paso del tiempo. Hace unos años llegó a la Vila una de sus hijas, y anunció que Barry volvería. Sin embargo, no sucedió. Ahora, tras su muerte, falta saber qué harán sus hijos con la mansión del gran compositor.

Investigación y recerca d'informació: Juan Ramón Picornell Romero, Filósofo, Humanista y Pensador.

Talaia d'Albercutx



 


 





La Talaia de Albercutx, también llamada Talaia de Formentor presenta unas insuperables vistas sobre la bahía de Pollença.  
Construida en la cima de una montaña de 380 metros en el siglo XVI, era una torre de señales que comunicaba sus fuegos con la Talaia de la Victoria (Alcudia) y el Castell del Rei. Las talaias eran utilizadas en la antigüedad para divisar a los enemigos y comunicar el peligro mediante humo o fuego. En la sierra de Tramuntana existen varias de estas edificaciones colocadas estratégicamente, teniendo así el control visual de todos los puntos de la costa de Mallorca.
La atalaya es una torre de vigilancia construida en el año 1500, en previsión de las frecuentes invasiones piratas. Para prevenir estos ataques se creó una completa red de atalayas comunicadas visualmente que rodeaban toda la isla. Cuando una torre descubría los piratas hacía señales con fuego que iban pasando de torre a torre hasta dar la vuelta a la isla en pocos minutos y llegar a las ciudades amuralladas de Palma y Alcudia. Está perfectamente conservada, y desde su posición podemos disfrutar de una espléndida panorámica del cabo Formentor, del islote d'es Colomer y su mirador. Por el este se divisan las bahías de Pollensa y Alcudia, y en días claros se puede ver el Cap Farrutx, en el extremo nordeste de Mallorca.
Al llegar a la cima nos encontraremos con unas instalaciones militares abandonadas. Este tramo de carretera fue construida por prisioneros republicanos durante la guerra civil.