miércoles, 6 de diciembre de 2017

Las Vegas. Nevada.


Welcome to Fabulous Las Vegas Sing.


Vestíbulo del Hotel Luxor.

Vestíbulo del Hotel Luxor.

Vestíbulo del Hotel Luxor.

Uno de los casinos de los hoteles.


Hotel New York New York.

Hotel París.

 
Hotel París.

Hoteles Bellagio y Caesar Palace.

Hoteles Bellagio y Caesar Palace.

Hoteles Bellagio y Caesar Palace.


Planet Hollywood.

Hotel Flamingo y High Roller.

Hotel Camelot.

The Venetian.

The Venetian.

The Venetian.

Canal dentro del Hotel The Venetian.

The Mirage, desde The Venetian.

 
Graceland Wedding Chapel.

Graceland Wedding Chapel.



Las Vegas es un fenómeno sociológico único. Una ciudad que no para durante las 24 horas. De hecho, en los últimos cincuenta años los casinos sólo se han detenido el día que asesinaron al presidente Kennedy y ni siquiera lo hicieron el 11-S, aunque este suceso tuvo un fuerte impacto negativo en la economía de la ciudad.

Las Vegas es la ciudad norteamericana que más ha crecido en los últimos años y el centro urbano ya sobrepasa el medio millón de habitantes, mientras que en los alrededores viven muchos más.

La principal industria es el juego, por supuesto, pero a su rebufo han brotado como hongos hoteles, moteles, restaurantes, cafés, magníficos espectáculos, parques de atracciones y un desbordante negocio inmobiliario.

Cada año visitan Las Vegas casi tantos turistas –la mayoría norteamericanos- como España: más de 40 millones. Es la meca del juego: un emporio de luz y neones que nunca duerme.

La diudad se divide en el dowtown, y la strip[1], un trozo de desierto en donde el gangster Bugsy tuvo la genial ocurrencia de construir un casino y hotel de lujo en la década de los 40: el Flamingo.

Al Flamingo siguieron otras construcciones que, siempre con grandiosidad y atrevimiento, reprodujeron una enorme pirámide de cristales ahumados con luces que viajan por las aristas; una batalla naval entre piratas e ingleses en la entrada al hotel –sustituida en los últimos tiempos por una contienda entre sexys sirenas y marineros-; un volcán junto a recepción que entra en erupción cada hora al atardecer; un precioso acuario de peces exóticos en el vestíbulo (o una jungla tropical); una especia de Roma imperial, actual y futurista, con calles enteras y un cielo que anochece y amanece cada cinco horas; el castillo de Camelot con sus torneos; un circo con trapecistas que vuelan por encima de las ruletas; el hotel y casino más grande del mundo, con más de 5.000 habitaciones de cristales verdes que brillan de noche como una esmeralda; Venecia, el lago Como, París, el skyline de Nueva York…

Todo es cartón piedra y de mal gusto, de acuerdo, pero es también fascinante. Los hoteles son de un lujo esplendoroso con enormes escaleras de mármol o piscinas flanqueadas por docenas de estatuas neorromanas. Una montaña rusa rodea el falso Empire Gate o el edificio de la Chrysler del New York, mientras que los valientes y desconocedores del vértigo pueden salir disparados al espacio desde la azotea del Stratosphere, que además tiene unas vistas maravillosas de la ciudad, el strip y los alrededores.

Tanto en el downtown como en el trecho que lo une con la strip veréis al menos una docena de pequeñas capillas espantosas que anuncian las famosas bodas rápidas y casi sin papeleo de Las Vegas, en las que puede hacer de testigo un tipejo vestido y maqueado de Elvis; en fin, un horror.

La Strip.

Es la zona de Las Vegas Boulevard donde se hallan los casinos. Es la zona más divertida y espectacular, sobre todo de noche, cuando los fantásticos hoteles de lujo se iluminan gracias a millones de vatios en una orgía de color y neón.

En la strip, además de casinos con hotel de lujo incorporado y espectáculos nocturnos, hay restaurantes y cafés. Aquí la historia es visitar las atracciones que ofrece un casino y pasar de un hotel a otro por los pasillos que los comunican. Todos estos hoteles de lujo tienen unos precios buenísimos, aunque en fin de semana son menos baratos, y ofrecen bufés de almuerzo y cena ya no tan baratos como en la pasada década.

Los vestíbulos de estos hoteles son inmensos salones de juego repletos de máquinas tragaperras con su cantinela insoportable y sus destellos luminosos.


[1] ) una calle de 16 kilómetros cuya franja está ocupada por los casinos y hoteles.

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